
San José, el varón que alcanzó la santidad con la virtud de la prudencia
San José,
hombre prudente

Misael de Jesús González Villalpando
Fe y espiritualidad
Inmersos en el itinerario litúrgico, recordamos la figura del Patrono de la Iglesia universal.
Con propósito de expresar el valor de la vida de los santos, como ejemplo para todos los que buscamos llegar a Dios, estas celebraciones proclaman “el misterio pascual cumplido en ellos”. Es preciso recordar que “el objetivo de la veneración a los santos, es la gloria de Dios y la santificación del hombre, mediante una vida plenamente conforme a la voluntad divina y la imitación de las virtudes de aquellos que fueron discípulos eminentes del Señor”.
Ahora nos centramos en san José, un testigo de vida en la respuesta vocacional del llamado universal a la santidad. San José, fue parte de los momentos de la infancia del Señor. Estuvo presente en las primeras escenas de la vida terrena de Jesús, de las que nos dan testimonio los evangelistas. Además, instruyó a Jesús en la vida de los judios y le enseñó el oficio de carpintero.
Al principio, la reflexión en torno a este personaje evangélico no fue muy difundida, incluso hasta fue muy controversial. Fue hasta el Papa Pio ix al proclamarlo Patriarca de la Iglesia cuando los estudios teológicos le dieron un realce en el caminar de la Iglesia. Hubo de ser agregado en la liturgia y en la piedad, donde adquiere algunos títulos variados como patrono. Ahora, la veneración de san José tiene amplias y numerosas expresiones de genuino folclore establecidas al menos desde el siglo xvii. Las muestras en cuanto a la devoción a san José han ido en aumento hasta nuestros días. Vemos, por ejemplo, al Papa Francisco, que escribió una carta, Patris Corde, dedicada a la profunda meditación de su vida, con motivo de 150 aniversario de la declaración como Patrono de la Iglesia universal.
La vida del padre de Jesús deslumbra por su obediencia al plan de Salvación. José, era de una familia humilde de Nazaret, el relato evangélico es el narra su histórica procedencia, dicha Ciudad era considerada en una de las más humildes, con gente que se dedicaba al cultivo de olivos y uvas, con casas pobres que aprovechaban cuevas pequeñas para ampliar sus terrenos, con menos territorio, menos condiciones de trabajo, entre otras cosas. No eran de una ciudad famosa como “la Gran Ciudad de Jerusalén” que, para ese tiempo, había sido embellecida por Herodes El Grande.

Ahora habiendo enmarcado el panorama de la situación de vida de ese tiempo, pensemos en la elección: José fue elegido porque, a pesar de merecer la riqueza y la fama del pueblo de David, él se mantiene humilde y con una atención afanosa al plan salvífico. Esto es algo de la consistencia de la santidad de san José, en lo secreto, en la pobreza, pero eso sí, con una docilidad grande a captar la voluntad del Dios.
En el relato de la genealogía, José es necesario para el texto de Mateo en cuanto se desempeña como medio para que Jesús sea parte de la descendencia del Rey David. Cristo no nace en la familia de David porque halla sido producto del azar, sino que fue por la voluntad de Dios. No entra entonces como un agregado, sino que Dios eligió a José como padre del Niño Dios para que pueda ser “adoptado” en la familia de David, y, de este modo, se cumpliera la promesa de salvación del pueblo de Israel. Él esta presente en el cumplimiento del pacto davínico (2 Sam 7), la promesa hecha por Dios a David se cumple. José aceptó seguir la voluntad de Dios.
El carpintero descubre su vocación en el sueño. Su vocación es ser el padre de Jesús. Dios le revela su plan, así que al principio no le fue muy fácil reconocer lo que Dios quería de él. Era necesario el discernimiento. Después del anuncio del ángel, se despertó. El verbo utilizado en la narración griega es (Aναστασις), resurgir, el mismo utilizado para la Resurrección de Cristo. Después, dice el relato, hizo lo que el ángel del Señor le había mandando. Cuando despertó del sueño “resurge”, se hace una nueva criatura, ahora sabe para dónde dirigirse. No se queda pensando, tampoco propone generar caminos fáciles para cumplir el mandato, sino solamente hace lo que el ángel le había dicho.

El escritor sagrado hace muy poco de énfasis en la actitud de José al descubrir lo que estaba pasando con María. El mensajero de Dios le dice que Maria dará luz a un Hijo (cf. Mt 1, 20-23). La lectura hace parecer como si al principio no creyera en el plan de Dios, como si quisiese dejar a María, cosa que ha resonado en diversos ámbitos de la Iglesia, como en la liturgia; algunos de los iconos bizantinos presentan a José fuera de la gruta donde nació el Mesías, y solo María y Jesús se encuentran dentro. Por ejemplo, en la Basílica de la Natividad, sobre la gruta, se encuentra un conjunto de iconos representando la vida del Salvador. El centro de esta obra contiene el misterio del nacimiento. La gruta simboliza el sepulcro donde resucitó Cristo, el Niño está envuelto parecido a una momia, es decir aun no ha resucitado, es la espera de la restauración de la promesa, María está con las manos juntas en el pecho en señal de que esta atenta a lo que el Señor le pide para hacerlo, y José se mantiene observando desde fuera con un rostro cabizbajo la escena. Dando muestra de que José no quería comprometerse antes de conocer el llamado de Dios y por lo tanto queda fuera de la gruta, es decir, queda fuera del plan de salvación, como quedando fuera de la Resurrección de Cristo. Pero en realidad, no es así.
Desde el principio es que piensa cumplir la ley pero busca quitarle todo lo que pudiese dañar la imagen de la Virgen. Se encontraba en un momento de mucha tensión, por eso en su prudencia, buscaba repudiarla, de modo que la pena para el cumplimiento de la ley fuera la menor. Él pensaba hacerse la causa de “la culpa de María”, eso antes de que él entrara en el sueño.
Toda la vida de José estuvo significada por el ejemplo de la santidad. Sin duda que la actuación del “siervo fiel y prudente” nos da un panorama de vivencia en nuestra vida cristiana. Es necesario obedecer el mandato de Dios en nuestra vida. Actuar con prudencia en los momentos atrojados. Confiar en la Palabra del Señor Jesús y buscar siempre defender el curso de la Iglesia, es decir, dejar de hacer todo lo que puede dañarla, dando verdadero testimonio de vida en Dios, como lo hizo san José.

Por la Virtud.
Por la Fe.
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