Maravilla Americana
y conjunto de raras maravillas

Pbro. Juan Pablo Lechuga Rodrígez
Fe y espiritualidad
No es extraño que los pintores truequen el pincel por la pluma y con ella expresen sus ideas estéticas, sentimientos amorosos, y también su posición política, social y religiosa. manejaron la pluma con la misma destreza que el pincel. En el siglo XVIII, el más destacado de los pintores mexicanos, Miguel Cabrera, tuvo tiempo para redactar, entre otros un valioso escrito en el que a más de hacer profesión de fe, revela su amplia formación como artista.
La obra de Cabrera: “Maravilla Americana y conjunto de raras maravillas” surge de la necesidad que el arzobispo de México, el Abad y la Colegiata de Guadalupe tuvo para pedir a Roma la misa y oficio propio para la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Esta petición, se pensó, debería estar avalada no solo con testimonios, sino con pruebas materiales, cientificas y racionales en torno a la naturaleza de la imagen.
Por tal motivo, invitaron en el año de 1751 a los más importantes pintores mexicanos a reexaminar el lienzo y a emitir un dictamen desde el punto de vista artístico, pero señalando las características del material y técnica pictórica que refleja la imagen. Los pintores invitados fueron Miguel Cabrera, por entonces el más afamado, José de Ibarra, Manuel de Osorio, Juan Patricio Morlete Ruiz, Francisco Antonio Vallejo, José de Alcibar y José Bentura Arnaes. Estos artistas con plena libertad examinaron cuidadosamente la imagen y se formaron firme y justa opinión, habiendo recaido el exame más riguroso en Miguel Cabrera.

Cabrera rindió por escrito amplio dictamen en 1752 y el decreto del Pontífice fue dado el 24 de abril de 1754 donde no solo concedía el oficio y la misa sino declaraba a Santa María de Guadalupe como Principal Patrona y Protectora de Nueva España». Cabrera en su observacion dictamino lo siguiente:
I. permanencia y durabilidad del lienzo.
Más de doscientos veinte y cinco años que goza la admirable pintura de Nuestra Señora de Guadalupe, y las cualidades opuestas a esta duración, de que abunda esta región mexicana no sólo fundado sobre una laguna, y rodeado de otras, sino llenos también los valles que lo ciñen, de abundante salitre; por lo que ha de ser su aire húmedo y cargado de partículas salitrosas, lo que destruye cualquier material y sin embargo se ha hecho la pueba con diferentes telas y estas han sufrido deterioro no asi el lienzo de la imagen. Lo que me causó grande admiración cuando la observé Es el lienzo o ayate de dos piezas iguales unidas o cocidas con un hilo de algodón bien delgado e incapaz por sí de resistir cualquier violencia y más si por mucho tiempo estuvo sin vitrina y al tacto de los fieles
II. de la tela o lienzo en qué está la imagen.
Según parece, un tejido grosero de ciertos hilos que vulgarmente llamamos pita, que sacaban los indios de unas palmas propias de este país, de que en la antiguedad labraban sus pobres mantas, a las cuales en su natural idioma llaman ayatl y nosotros, vulgarmente, ayate. Lo que si debe por ahora excitar más la admiración, es la suavidad que se experimenta en este ayate, pues toda aquella aspereza que ofrece a la vista y que por sí debiera tener, por componerse de materia tan ordinaria, se le convierte al tacto en una apacible suavidad muy semejante a la de la fina seda.
III. de la falta de aparejo de la pintura.
En el año de 1666 refiere el P. Francisco de Florencia de la Compañía de Jesús. Que afirmaron con juramento que visto el lienzo por el envés, se ve transportada toda la Santa Imagen con todos los colores que se admiran en el haz. De donde necesariamente se infiere la total falta de aparejo; pues a tener alguno, fuera naturalmente imposible que se vieran los
colores transportados por el reverso del lienzo. Porque el aparejo no sólo sirve para hacer tratable la superficie al pintor, y para que éste pueda, sin las molestías de los hilos de la tela, pintar; sino también para impedir el paso de los colores, como nos enseña la experiencia.
IV. del dibujo de la imagen.
Su bellísima y agraciada simetría, la ajustada correspondencia de el todo con las partes y de éstas con el todo, es maravilla que asombra a cuantos medianamente instruidos en el dibujo la perciben. No tiene contorno ni dintorno que no sea un milagro. Ademas, Medí la Santa Imagen con la más prolija y atenta diligencia, hallé que tiene en toda su altura ocho rostros y un tercio, al que añadiéndole otro más por lo poco que se inclina, resultan ocho rostros y dos tercios distribuidos en el modo siguiente. El primer desde el nacimiento del pelo hasta el extremo de la barba; el segundo desde aquí hasta los virginales pechos, y así los demás incluyéndose los dos tercios en toda su estatura, esto es, desde la superficie de la cabeza hasta sus sagradas plantas. Por tanto, su simetría la hace perfecta.
V. Técnicas de la pintura
Cuatro son las tecnicas de la pintura: al óleo, otra al temple, de aguazo y labrada al temple. De cada una de estas especies tratan los facultativos; pero de la unión o conjunción de las cuatro en una sola superficie no hay autor, no sólo que la haya practicado, pero ni que haga memoria de ella, y yo pienso que hasta que apareció esta pintura de Guadalupe, ninguno la había imaginado. la cabeza y las manos a el óleo; la túnica y el ángel con las nubes que le sirven de orla, a el temple, el manto, de aguazo, y el campo sobre que caen y terminan las rayas se percibe como de pintura labrada a el temple.
VI. dorado de la milagrosa imagen
Puedo asegurar que la primera vez que logré verla, me persuadí a que estaba el oro sobrepuesto como si fuera en polvo, y que al más ligero soplo o con tocarla, había de faltar la superficie. De manera para explicarlo, he dicho que se asemeja mucho a aquel que a las mariposas dio naturaleza en las alas, y que muchos habremos contemplado. También observé lo incorporado que está el oro con la trama, de tal manera que parece que fue una cosa misma tejerla y dorarla.
VII. objeciones o defectos
Todos ellos quedan objetados al medir la proporción y simetría de la imagen en general con cada una de las proporciones del cuerpo con su estatura.

VIII. Diseño de la milagrosa imagen
Por eso juzgo que aunque no hubiera a favor de lo milagroso de esta pintura las indubitables circunstancias que nos la persuaden sobrenatural y milagrosamente pintada, como son la inmemorial tradición de padres a hijos sin haber variado en lo substancial ni en un ápice entre los españoles ni aun entre los indios; el juramento que hicieron el año de 1666 los más célebres médicos y protomédicos de esta ciudad a favor de la milagrosa incorrupción de la Imagen Guadalupana; el que el mismo año hicieron los más excelentes pintores a fin de hacer patente lo milagroso de esta Pintura.
Como vemos Cabrera elaboró un proyecto metódico ceñido a la técnica pictórica en el cual se advierte como este dictamen de Cabrera avalado por sus colegas obedecía ya un criterio y espíritu racionalista, científico, y no era tan sólo la expresión piadosa de su Fe y sensibilidad religiosa.
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Por la Virtud.
Por la Fe.
Por la Doctrina.

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