Vocación: principio y fin de nuestra vida

Vocación

¿Quién de nosotros hemos tenido la experiencia de perdernos? ¿Pero cuando encontramos el camino, cómo nos sentimos?… Comúnmente cuando nos perdemos es en relación a un lugar; sin embargo, algunos hemos experimentado haber perdido el rumbo de nuestra vida en nuestro proyecto vocacional.

Perdemos el sentido de nuestra vida cuando no encontramos motivos de confianza y credibilidad en el mundo que nos rodea. Pero siempre hay algo que nos ayuda a recobrar el sentido de nuestra vida. Esto se logra en la medida en que somos capaces de redescubrir la importancia de haber sido llamados por Dios, incluso recuperando la importancia de las pequeñas cosas que hacemos, es cuando cambiamos la manera de ver la realidad.

Jesús, con su comportamiento, nos abre un nuevo camino, pues siempre pasó y pasa toda su vida dando sentido a nuestras vidas, abriendo luz para los que se encuentran en tinieblas, esto es lo que pasó con la mujer adúltera. Recordemos que esta mujer fue llevada ante Jesús por los doctores de la ley quienes la condenaban por adulterio; Sin embargo, el Señor cambia la perspectiva puesto que mientras los fariseos la condenaban, Jesús la perdonaba. 

Recuperemos el rumbo y caminemos con certeza, porque se nos ha mostrado el camino, no de cualquier manera sino a través de la entrega de Jesús quien nos conduce y con su compañía nos enseña que no podemos caminar solos. Así expresamos algo nuevo, puesto que el sentido de nuestra vida no lo descubrimos individualmente, sino que se hace en la comunidad cristiana donde manifestamos y afirmamos la importancia de vivir en unidad y fraternidad.

Pero… ¿cómo descubrimos el sentido de nuestra vida en nuestra comunidad?

 

Es aquí donde descubrimos la importancia de nuestra vocación, puesto que cada quien con el estilo de vida al que hemos sido llamados, damos vida a los que no la tienen.

 

Cuando comprendemos nuestra vocación como sentido para los demás, nos damos cuenta de que nuestra existencia no se agota en nosotros mismos, sino que está en relación con los demás. Cuando sintamos que perdemos el sentido de nuestra vida, salgamos del círculo de nuestro propio yo a la apertura para los demás.

 

Descubrir el sentido de la vida no es fácil, porque nos exige abrirnos al valor objetivo de las cosas y vencer la tentación de refugiarnos en la duda.  Nosotros no hemos sido creados para vivir aislados, sino para vivir en relación con el que está a nuestro lado, esta es una consigna delas vocaciones específicas.

Aún más, encontrar el sentido de nuestra vida es captar las necesidades de los demás, esto comúnmente lo percibimos en nuestra familia, en nuestra comunidad. Por ello, cuando percibimos esto en nuestra propia vida, es cuando decimos: “mi vida tiene su razón de ser en una misión concreta”.

 

Vocación: una llamada constante a ir a la casa del Padre:

  • Nuestra vocación además de que su razón de ser esté aquí en la tierra, tiene si sentido en la trascendencia de nuestra vida, es decir, en el momento en que, partiendo de este mundo, lleguemos a gozar de la presencia de Quien nos ha llamado. Esto debe ser realmente importante puesto que, entenderemos el sentido cristiano de la muerte como la última llamada que Dios nos hace de estar con él, incluso la muerte es la llamada en plenitud.

    Recordemos que nuestra vida terrena siempre será comprendida como un paso, por lo que nuestra mirada siempre deberá ser dirigida hacia lo alto como un anhelo constante de estar en la presencia de Dios. 

    La muerte siempre será un tema difícil de comprender por el abismo de comprensión que ésta encierra; sin embargo, la confianza en Dios siempre reinará sobre la incertidumbre de lo que sucederá después de la muerte. La vocación que Dios ha depositado en cada uno de nuestros corazones, será la que vaya construyendo la confianza de que en un futuro gozaremos del paraíso que se nos ha prometido, es decir: la salvación. 

    Por eso no dejemos de trabajar para que la misión de nuestro llamado en nuestra vida cristiana, siempre vaya cargado de fe, esperanza y caridad, tres virtudes que sostienen la vida de todo cristiano. Además de todos los medios que la santa madre Iglesia pone a nuestro alcance para encontrarnos con nuestro Padre Celestial. 

  • Aunque parezca incierto y dudoso, sobre todo por las fallas que como personas hemos cometido, Dios nunca ha cesado de llamar, somos nosotros los que hemos dudado de la infinita misericordia de ser amados por él. Pongamos fin a esa duda puesto que hay muchas personas que necesitan de nuestra fe convencida para poder convencerse ellos de que Dios nos quiere, nos llama y nos ama. 

    El mundo más que personas altamente capacitadas, necesita cristianos totalmente convencidos de la experiencia de Dios. Esa es una gran llamada, estar convencidos de que Dios nos llama a estar con él. Aún en los momentos más difíciles de nuestra vida, es que Dios nos llama, no como si Él quisiera vernos sufrir, sino siempre probando la fuerza de nuestra debilidad humana. Este es el testimonio del entrañable Job, que a pesar de sus sufrimientos nunca dudó del amor de Dios. 

    Ánimo, nuestra vocación siempre será la prueba del amor concreto de Dios en nuestra vida, resguardémosla como lo más valioso de nuestro corazón, pero ¡ojo!, resguardar no significa esconder, nuestra vocación la defenderemos siempre poniéndola en bien de los demás. 

Ánimo, nuestra vocación siempre será la prueba del amor concreto de Dios en nuestra vida

Pbro. Marco Antonio Esquivel Piña