homilía
1RO DE NOVIEMBRE
DÍA DE TODOS LOS SANTOS
sólo dios es santo.
Sólo Dios es Santo. La Santidad es algo propio de Dios. Por eso, este 1 de noviembre celebramos su Santidad comunicada y manifestada en los hombres, en tantos hermanos que se abrieron al torrente de la gracia de Dios y respondieron a ella en su vida.
Celebramos a todos los Santos, es decir también a los que no tienen un día en el Santoral, a tantos santos desconocidos, nuestros familiares, conocidos de nuestro pueblo, hombres y mujeres que en su vida cooperaron con la gracia, vivieron haciendo la voluntad de Dios y ahora gozan de su presencia en la Iglesia triunfante en el cielo. Dice el Apocalipsis que son una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, expresado simbólicamente en el número de 144,000, es decir una cifra que resulta de multiplicar 12 (número de las tribus de Israel) x 12 (número de los apóstoles) x 1000 (un número que expresa una gran cantidad).
«…tantos santos desconocidos, nuestros familiares, conocidos de nuestro pueblo, hombres y mujeres que en su vida cooperaron con la gracia…»
Estos hermanos tuvieron dificultades en su vida, ningún ángel les apartó las piedras del camino, cargaron con su cruz, no huyeron del mundo y las tentaciones siempre los acompañaron. Muchos cayeron y volvieron a levantarse. Y finalmente vencieron en la batalla después de pasar por la gran tribulación y ahora están delante del trono de Dios y del Cordero. Ellos ayudaron a los demás, fueron honrados, buenos compañeros, supieron perdonar las ofensas, ser fieles a su esposa, no se avergonzaron de su religión, se alimentaban de la oración, vivieron alegres aún en medio de dificultades, supieron compartir, pusieron en primer lugar a su familia y le enseñaron a sus hijos a amar a Dios…Ellos son santos, son ejemplo para nosotros, su vida nos dice que “si se puede”, que “el camino de la bienaventuranzas es realmente un camino de gozo y plenitud”.
Las bienaventuranzas son un resumen de las enseñanzas de Jesús, nos muestran el modo de vivir cristiano que es una imitación del modo de vivir de Cristo. Subiendo al monte, como Moisés en el Sinaí, Jesús, el nuevo Moisés, nos da su enseñanza, que revela una felicidad paradójica, pues vincula maravillosas promesas a exigencias extraordinarias.
La felicidad no está en sufrir, en las lágrimas, sino en la actitud de apertura y sencillez de los pobres, los sencillos, los humildes, los desapegados de los bienes, los pacíficos, quienes se encuentran en una situación más propicia para recibir el don del reino, ellos son felices porque son fieles a los valores verdaderos aunque tengan problemas por esto.
Las bienaventuranzas son un proyecto de felicidad que pasa por la imitación de Cristo, es decir, pasa por la entrega de sí mismo y por la cruz. Jesús proclama bienaventurados a los que el mundo llama desafortunados: los pobres, los perseguidos, los hambrientos de justicia… porque su riqueza, su máximo bien es Dios, el único capaz de colmar el deseo insaciable de felicidad del hombre.
Son felices los misericordiosos pues viven en sintonía con Dios que es rico en misericordia.
Las bienaventuranzas denuncian la ilusión de las cosas del mundo que no ofrecen una felicidad estable y definitiva. Por eso son felices los pobres de espíritu, que tienen su riqueza en Dios y aceptan su voluntad, más allá de la autosuficiencia de los ricos cerrados en sus bienes caducos. Son felices los que lloran porque Dios está cerca de ellos y les consuela. Son felices los mansos, porque sólo se apoyan en Dios para reivindicar sus derechos y rechazan el camino de la violencia. Son felices los que tienen hambre y sed de justicia, es decir, de hacer la voluntad de Dios, hambre de Dios, porque Dios les saciará con sí mismo. Son felices los misericordiosos pues viven en sintonía con Dios que es rico en misericordia. Son felices los limpios de corazón, porque el pecado impide ver a Dios, sólo a quien está limpio de pecado le es posible ver a Dios, descubriéndolo en los acontecimientos y personas. Son felices los que trabajan por la paz, serán reconocidos como hijos de Dios. Son felices los perseguidos por su fidelidad porque comparten el camino de la cruz y compartirán la gloria de la resurrección.
Jesús en su vida ha llevado a plenitud lo que ha enseñado: Él es el pobre, el pacífico, el misericordioso, el limpio de corazón, el perseguido y ahora glorificado.
En los orígenes de la Iglesia se reconocía el testimonio de los mártires, que derramaron su sangre por la fe, y se pedía su intercesión. Después de los confesores, es decir de aquellos que confesaron su fe con el testimonio de su vida diaria aunque no derramaran su sangre. Al principio se proclamaba “Santo” a alguien por aclamación popular. Ahora hay un proceso de canonización donde se comprueba que una persona ha vivido durante su vida las virtudes de manera heroica y después de un milagro por su intercesión se le propone oficialmente como modelo y se aprueba el pedir públicamente su intercesión. Sin embargo, son muchísimos más los que no son canonizados aunque podrían serlo, a ellos recordamos y celebramos en esta Solemnidad.
Desde el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel fue consciente de que Dios es Santo y pide la santidad de su pueblo: “Sean santos como yo soy santo” dice el Levítico. Cada uno puede santificarse en su estado de vida, con sus cualidades y limitaciones, cumpliendo con sus obligaciones diarias y abriéndose a la gracia de Dios.
Hoy diremos en el Credo una vez más: “Creo en la Iglesia que es Una, SANTA, Católica y Apostólica”. La Iglesia somos todos nosotros, y somos pecadores, por lo tanto la Iglesia es pecadora pero la Iglesia es santa porque Cristo su fundador es Santo, porque le ha dado los medios para santificarse, porque la santidad de Dios brilla en sus miembros.
Hoy diremos en el Credo una vez más: “Creo en la Iglesia que es Una, SANTA, Católica y Apostólica”. La Iglesia somos todos nosotros, y somos pecadores, por lo tanto la Iglesia es pecadora pero la Iglesia es santa porque Cristo su fundador es Santo, porque le ha dado los medios para santificarse, porque la santidad de Dios brilla en sus miembros.
Esforcémonos por hacer la voluntad de Dios. Pidamos la intercesión de nuestros hermanos que están en el cielo. Y agradezcamos a Dios por tantos modelos de vida que tenemos en los santos, en ellos resplandece la gloria de Dios.
“Creo en la Iglesia que es Una, SANTA, Católica y Apostólica”. La Iglesia somos todos nosotros…
es santa porque Cristo su fundador es Santo