homilía

DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS

2 DE NOVIEMBRE

CELEBRACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS, CELEBRACIÓN DE LA ESPERANZA

«Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro»

      Esta es una buena ocasión para recordar no sólo que un día vamos a morir, como regularmente se oye decir en mucha gente para este día, sino para revisar nuestra vida y nos demos cuenta de qué esperanza es la que nos permite retomar cada día con verdadera entrega lo que a cada uno nos toca hacer, según nuestro estado de vida personal.

       Por si el morir nos aterroriza, hemos de llenarnos de un verdadero consuelo en las palabras que brotan de la misma liturgia de este día. Así, en el libro del profeta Isaías (25, 6.7-9) encontramos una sentencia de por sí contundente: «El Señor preparará un banquete de vinos exquisitos y manjares sustanciosos… destruirá la muerte para siempre».

     Con estas palabras quedan aniquiladas esas expresiones que brotan de corazones poco confiados en el Señor a la hora en que pierden un ser querido: «todo tiene solución, menos la muerte». Si llegamos a creer que con la muerte se acaba todo, más bien hemos de afirmar, sin temor a equivocarnos, que con la muerte empieza lo mejor: la verdadera vida, esa que es promesa del mismo Jesús y que en él mismo vemos realizada una vez que vence la muerte.

   Con la muerte se acaba el mundo material, en el que se quedan los resultados de nuestras acciones positivas o negativas, pero es el comienzo de lo buscado y anhelado en esta vida, es el disfrute de lo que se supone hemos buscado aquí en la tierra.

   En el Credo afirmamos cada domingo «creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro». ¿Qué decimos con esto? Admitimos rotundamente que Jesús es nuestra Resurrección y nuestra vida. Porque el Credo que expresamos brota de aceptar a Jesús como nuestra máxima y absoluta Verdad. Por lo tanto, permanecer en Jesús es probar ya, desde ahora, esa vida que nos ha venido a traer (Cfr. Jn 6,51-58). ¿Cómo alimentar nuestra esperanza de vida eterna? La dosis la tenemos en «comer su carne y beber su sangre».

   O sea que, si queremos asegurar desde esta vida terrena la permanencia definitiva con Él en la vida eterna, hemos de hacer camino permaneciendo unidos a Él en la participación de su banquete celestial que nos ofrece aquí mismo: LA SAGRADA EUCARISTÍA, que como bien se dice «es prenda de vida futura».

    Con esto es suficiente para comprometernos a que la próxima vez que escuchemos expresiones tan humanas, como tan limitadas en esperanza y consuelo por la pérdida de un ser querido, o simplemente porque al pensar en el desenlace de nuestra propia vida y nos asuste, no nos quedará más que recurrir a escuchar a quien da la vida terrena y la eterna y quien tiene el poder de vencer la muerte: el Señor Jesús.

     Tendremos verdaderas palabras de esperanza porque sabemos en quién creemos y lo que ha hecho. Como bien afirma san Pablo: «para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza; a los que mueren en Jesús, Dios los lleva con Él» (Cfr ITes 4, 13-14. 17-18). ¡Qué alegría!.

 

El Señor preparará un banquete de vinos exquisitos y manjares sustanciosos… destruirá la muerte para siempre”.

“Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro”.

Pbro. Jesús Lozano / Párroco de San Jacinto Confesor