Jesucristo
Rey del Universo

Sem. Rodolfo Gabriel Llamas Ramírez
Fe y espiritualidad
Hoy nuestra liturgia nos propone contemplar a Nuestro Señor como el Rey del Universo. Durante la época pública de la vida de Jesús, en los diferentes pueblos de Israel, Él fue anunciando a todos la venida y la expansión del Reino de Dios, o también llamado “Reino de los Cielos”.
Los judíos del tiempo de Jesús esperaban una llegada del Mesías libertador, guerrero, lleno de majestad, de poder, de riqueza, de milagros impresionantes. Sin embargo, sabemos, por el testimonio de los apóstoles reflejado en los Evangelios, que Jesús actuó y vivió como un hombre de su época, pero con un mensaje renovador, llamativo, incluso contrario a lo que muchos grupos religiosos y políticos pensaban. Se pensaba en una llegada del Mesías o del Cristo lleno de gloria, de majestad, de liberación, pero el mismo Señor ha demostrado que su mensaje tiene un objetivo y un contenido esencial: el reino de los cielos, el reino de Dios, el reino de Dios que ya está cerca con una invitación de arrepentimiento y conversión.

Walter Kasper, en su libro “Jesús el Cristo” señala que Cristo ha reinterpretado la idea del reino y señorío que se tenía en esa época. Cristo viene a decirnos que el que quiera ser el primero debe ser el servidor de todos. En su Última Cena, relatada en con mayor énfasis teológico en el evangelio de San Juan (Jn 13, 1-ss), se ve cómo Cristo se humilla y se pone al servicio de sus discípulos lavándoles los pies. El rey, en el mensaje del Señor, ama a sus amigos hasta el extremo. Es también en las parábolas donde descubrimos que el Reino de los Cielos se parece a cosas que en la misma sociedad político-religiosa de la época del primer siglo se vivían constantemente: se parece a una semilla de mostaza de la cual nace un arbusto, a una perla preciosa, a un tesoro escondido en un campo. El Señor invita a que seamos partícipes de su reino, revelación innovadora en su mensaje de la Buena Nueva.
Es también en este mensaje del Reino donde encontramos la profunda relación filial que tiene Jesús con Dios, con su Padre, con su Abbá, es decir, querido papá, “papito”, un término usado comúnmente por los infantes de la época. Invita a un trato especial con Dios como un verdadero Padre, el cual Cristo lo expresa que son él y el Padre una sola cosa, y que vendrán a morar en los corazones de aquellos que cumplen su Palabra, de los que creen en él. Es en el reino donde descubrimos la presencia amorosa de Dios, su cercanía con sus hijos, con su pueblo. Cristo viene a revelar que podemos dirigirnos a Dios como Padre Nuestro.

El Evangelio de este domingo, tomado de San Juan, nos enmarca en el contexto de la Pasión y Muerte de Cristo. Jesús, antes de tener una sentencia por los actos que se le acusan, tiene un diálogo con Poncio Pilato. Jesús es Rey, cuyo reinado no es de este mundo, no es de naturaleza política o económica (como hemos entendido a lo largo de la historia esta forma de gobernar los pueblos). Jesús es el Rey, y este reinado se da en la proclamación de la verdad. Él se revela como Rey. Quien escucha la verdad, escucha su voz.
Con esta solemnidad, y hasta las primeras vísperas del siguiente domingo, se concluye el tiempo litúrgico Ordinario, tiempo que nos permite conocer los grandes acontecimientos de la vida pública de Jesús y de su predicación. Pidamos a Jesús que nos ayude a contemplar el Reino de Dios instaurado y proclamado en su Palabra. Que siempre seamos testigos de la verdad, que es Él mismo.