V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Juan Carlos Mena Baltazar

Fe y espiritualidad

Queridos hermanos y hermanas:
“Ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo” Hoy
resuenan en nuestro corazón estas palabras del Señor que nos hablan de la
vocación de todo cristiano, estamos llamados a ser santos, a transformar toda
nuestra realidad a la luz del amor de Dios.
El gran Papa Benedicto XVI, recientemente fallecido, escribió en su carta
Encíclica “Dios es amor” que: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede
expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva”. (Deus caritas est 1)
Los discípulos se han encontrado con un maestro diferente, él habla con
autoridad y está revestido del poder de Dios. A través de sus milagros y
palabras, tocando esas manos que bendecían, dejándose conquistar por esos ojos de mirada profunda, contemplando sus acciones llenas de compasión y ternura, descubrieron que Dios los amaba profundamente, que Jesús era más que un profeta, era el mismo Hijo de Dios que nos abría el camino para llegar a Dios Padre, el Abba, el Padre Todoamoroso que se derrite en cariño para con sus
hijos.

 

Este encuentro con aquel que es “Luz de Luz y Dios verdadero de Dios
verdadero” como decimos en el Credo, es decisivo, pues Jesús nos confronta
muy seriamente. Una vez que conocimos al Amor, no podemos quedarnos
como antes. Su Amor que es un Amor crucificado, como decía san Pablo en la
segunda lectura, un Amor que humilla la elocuencia del lenguaje, que confunde
a los sabios y entendidos, pero que es comprendido por los pobres y por la gente sencilla. Este Amor nos invita a cambiar de vida, y en ese vuelco, convertirnos nosotros mismos en Amor para los hermanos.
Ese encuentro con la persona viva de Cristo nos hace ser la sal que da sabor
a la vida amarga de tantos que sufren la incomprensión, la discriminación o la
falta de oportunidades. Somos capaces de convertirnos en la luz que envuelve
y reconforta, que alumbra y da calor al que se siente solo, desamparado, triste,
al que vive en la oscuridad de la desesperanza, del pecado o la incertidumbre.
La invitación de Jesús, tiene una manera muy concreta de llevarse a cabo,
el profeta Isaías nos da unas pautas para seguir: “Comparte tu pan con el
hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda
a tu propio hermano”.
Esta invitación nos lleva a tener un auténtico seguimiento de Cristo Jesús,
a vivir de verdad el nombre de cristianos. Es prestarle a Jesús mis manos para
acariciar, abrazar y consolar. Es prestarle mis pies para acercarme al otro. Mi
boca para anunciarle la Buena Nueva. Es poner mi corazón en el Corazón de
Jesús para amar como el amó y entregarme por entero como él mismo lo hizo.

La caridad se puede ejercer de muchas maneras, con las más simples y que
incluso parecieran insignificantes podemos ir transformando nuestro entorno:
¡Cuántas cosas no cambiarían si dijéramos en más ocasiones por favor, gracias,
perdón! Si al comenzar el día, con una sonrisa en los labios, saludáramos con
un alegre ¡Buenos días! Si preguntáramos sinceramente ¿Cómo estás?
haciéndole saber a la otra persona que de verdad nos interesa su situación.
Todos podemos colaborar en el aseo de la casa, ayudar a cruzar la calle a un
ancianito o visitar a un enfermo. En esos detalles pequeños, vamos
construyendo un mundo mejor.
Que el Señor nos ayude a convertirnos en sal y luz del mundo, así como lo
han sido los grandes santos y cristianos que han puesto en alto los valores del
Reino de Dios, hacemos particular memoria de nuestro Papa Emérito Benedicto
XVI quien a través de sus escritos y su vida ha dado grandes regalos a la Iglesia
que amó con tanto empeño, que la intercesión de María Santísima también nos
ayude y fortalezca en el camino, que, aunque es duro y a veces pareciera que
tropezaremos, de su mano y de la del Señor no caeremos. ¡Que Dios nos bendiga
a todos!

 

 

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Por la Fe.

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