Homilía del Domingo VII del Tiempo Ordinario

 

PBRO. JOSÉ ÁNGEL MÁRQUEZ GONZÁLEZ.

Homilía

Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen. Que podemos hacer los creyentes ante esta suplica de Jesús, ya que no podemos borrarlas del evangelio, ni de nuestra propia conciencia. A lo largo de la historia no cambia mucho la actitud humana, frente a los signos de bondad o de maldad. En el siglo V.a.C. el ateniense Lisias, en una formula griega decretaba: uno tiene que hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos.

Las palabras del relato evangélico en labios de Jesús son muy revolucionarias, y de una exigencia mayor, cuando Jesús habla del amor a los enemigos no solo está pensando en un sentimiento de  afecto y cariño hacia él, menos aún en una entrega apasionada, sino en una relación radicalmente humana de interés positivo por su persona.

Así el pensamiento de Jesús, ubica que la persona es humana, cuando tiene como base la actuación del verdadero amor. Ni siquiera la relación con los enemigos deberá ser una excepción. Quien es verdaderamente humano siempre y en todo momento respeta la dignidad humana del enemigo, no vive maldiciéndole, sino que deberá de procurar el bien real como una actitud positiva a su dignidad como ser personal.

Es necesario que el amor universal alcance a todos y busque realmente el bien de todos, sin exclusiones, la aportación más positiva y humana que los cristianos pudiéramos entregar al mundo es precisamente el amor y el perdón no hay otra forma de erradicar la violencia.

Es verdad que esté amor al enemigo parece imposible por tanta injusticia que se comente en nuestro tiempo, y pareciera hasta irritante, cuando tenemos que perdonar, pero solo el amor es la mejor manera de liberarnos de la deshumanización que genera odio y violencia.

Pueden existir dos cosas que los cristianos tenemos que realizar en este mundo, aun a pesar de ser rechazados: amar al delincuente injusto y violento, pero sin justificar su falta cometida. Que implica amar al pecador pero no amar su pecado. Por eso las palabras de Jesús de amar a los enemigos nos comprometen a vivir en la fraternidad y no en el fratricidio. Amar a los enemigos no significa tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el mal. Lo mejor que Jesús nos enseña es que no se lucha contra el mal cuando se destruye a las personas, hay que buscar la destrucción del mal pero la dignificación de las personas.

Jesús nos invita a vivir en la no violencia, y a hacer violencia a la violencia, buscando la transformación y la dignificación. Todos tenemos necesidad de una constante conversión, de buscar ser cordiales y serviciales con los demás, Amar al prójimo implica hacer el bien, vivir en la verdad y en la amabilidad.

Toda caridad cristiana debe de realizarse adoptando en la persona una actitud cordial de simpatía, solicitud y afecto, superando posturas de antipatía, indiferencia o rechazo. El modo de amar se condiciona siempre a la sensibilidad de las personas, la riqueza afectiva a la capacidad de comunicación de cada uno, pero el amor cristiano, promueve la cordialidad, el afecto sincero, y la amistad entre las personas. Por eso Jesús nos invita a amar más allá de nuestras propias actitudes no solo a los amigos, sino también a los enemigos. Si amas a los que te aman que méritos tienes, ahí la invitación de amar a los que no nos aman.

Feliz Domingo, a gastar la vida amando.

Bibliografía: El camino abierto por Jesús.  Pbro. José Antonio Pagola.

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