«Todo el que es de la verdad, escucha mi voz«

ÚLTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO – CICLO B

LUIS URIEL VELÁZQUEZ DÉVORA

Homilía Dominical

SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

El Papa Pío XI instituyó esta fiesta en 1925 con la encíclica “Quas Primas”; luego, en 1969, el Papa San Pablo VI dio a la fiesta su actual título: “Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo”, y la trasladó al último domingo del año litúrgico, para subrayar que Jesucristo, el Rey, es la meta de nuestra peregrinación terrenal.

Hoy culminamos el año Litúrgico, en el que se hemos meditado el misterio de la vida de Jesús, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.

Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo.

Jesús responde a Pilato cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí» (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.

Cristo es el verdadero Rey que ha de reinar:

1) En las inteligencias de los hombres, porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad.

2) En las voluntades de los hombres, porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobilísimos propósitos.

3) En los corazones de los hombres, porque con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas.

Jesús nos dice: «Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Jn 18, 37); su reino es, como lo dice el prefacio de hoy, «un Reino eterno y universal: Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz».

Cuando aceptamos a Jesús como nuestra Verdad y nuestro Rey del Amor, ¡nuestra vida se transforma!, imaginemos que nuestra vida se representa con un círculo, tenemos tres escenarios:

1) En el primero, yo estoy en el centro y Cristo está fuera, es decir, no tiene nada que ver con mi vida. Es el caso de alguien que no es cristiano.

2) En el segundo, Jesucristo forma parte de mi vida, pero el centro soy yo y Él permanece marginado. Prácticamente Él es un servidor mío, cuando lo necesito, lo invoco.

3) En el tercero, Jesucristo está ubicado en el centro de mi vida, porque yo lo acepté como mi Rey, quien conduce mi vida a la felicidad auténtica porque me ama de verdad y su amor me transformó, es un amor que me lleva a servir.

Celebrar a Jesús como Rey, como lo hacemos hoy, significa seguir este último modelo en la vida cotidiana, encontrándolo especialmente en su Palabra, en la Eucaristía y en los necesitados.

¡Que Cristo sea el centro de nuestra vida, que sea el Rey de nuestra vida!

San Juan 18, 33b-37

«Tú lo has dicho. Soy rey.»

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