Reflexión del evangelio
22 de Noviembre 2020
solemnidad de jesucristo rey del universo
El día de hoy reflexionamos en torno a la figura de Jesucristo Rey Universal. Cuando pensamos en una monarquía, se nos viene a la mente una vida de lujos y excesos, un hombre o una mujer que vive en un inmenso palacio y es servido por una gran corte, con una corona sobre su cabeza y el poder de realizar decretos sobre las comarcas que le pertenecen.
Las lecturas que hemos escuchado nos dan indicios de lo que es verdaderamente el Reino de Dios, de la manera en que Él ejerce su poder. Al analizarlo, descubrimos que es todo lo contrario a lo que vivimos en el plano humano o terrenal.
Jesús, es el Rey que debe tomar posesión de lo que le pertenece por ser el Hijo Único de Dios. Sin embargo, aunque está colocado muy por encima de los ángeles y de los hombres, en el mismo nivel que el Padre y el Espíritu Santo, no somete por la fuerza a sus contrarios, se va imponiendo por el Amor. No tiene espada, una Cruz es su arma victoriosa; no tiene una corona de oro, la suya es una de espinas; en lugar de cetro, lleva una lanza que ha atravesado su costado; en lugar de dejarse servir por sus discípulos, se humilla hasta el punto de lavarles los pies y morir por ellos; en lugar de joyas que adornen su cuerpo, lleva las marcas de los clavos en las manos y los pies; su entronización no ha sido en una sede de oro puro, sino en la Cruz, donde levantado entre el cielo y la tierra proclama a todos los hombres de todos los tiempos y lugares que su ley es el Amor, un Amor que se entrega y da todo por los demás.
Decía San Juan de la Cruz que “al final de nuestras vidas seremos juzgados en el amor”. El Reino de Dios, el Reino de Cristo, se manifiesta en los pequeños detalles que podamos hacer por los demás, en la práctica cotidiana de las virtudes, haciendo lo que nos toca con amor y pasión.
Todos tenemos el sueño de un mundo mejor, en el que no exista la tristeza ni el sufrimiento, en el que todos tengamos las mismas oportunidades, sin discordias, rencores o envidias. Un mundo de paz y justicia. Esa es la misión que tenemos, hacer presente el Reino de Cristo entre nosotros, entre los que nos son más próximos. Si cuidamos del hermano viviendo una autentica fraternidad, si vivimos contemplando en el que sufre a Cristo que me invita a seguirle, a amarle, podríamos hacer de nuestro mundo un lugar más cálido, un hogar acogedor.
Pidamos a Cristo, el Pastor Supremo, que nos enseñe a vivir en su Amor, para transformar nuestra fe en obras y así hacer presente su Reino en el mundo. Que María Santísima, la Reina de los cielos y la tierra, nos muestre la virtud de la humildad y de la escucha constante de la voz de su Hijo Amado, para que, como ella, nos entreguemos al servicio de los demás y podamos alcanzar el Reino de la verdad y de la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y de la paz.