«El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él».

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO  –  CICLO C

JOSÉ TOVAR GÓMEZ

Homilía Dominical

Un magnifico regalo hemos recibido al tener la capacidad de poder percibir la radiación electromagnética por medio de nuestros ojos, es decir, de poder ver la “luz”. Esto en un sentido físico natural de nuestro cuerpo, pero en un sentido sobrenatural, es un don divino ya que la luz en un sentido bíblico es un símbolo que representa la presencia de Dios, su revelación y su bondad.

La Palabra de Dios en este domingo es muy rica, al narrar la presentación del Niño Jesús al templo y la purificación de la Virgen María, nos muestra el compromiso de la Sagrada Familia en el cumplimiento de la ley mosaica que prescribía la realización de estos actos una vez pasado el tiempo establecido, aunque esto no era necesario hacerlo pero se resalta la importancia que dieron los padres de Jesús de presentar a su hijo ante Dios y de esta manera incardinarlo o meterlo en todo lo referente a llevar una vida de acuerdo a lo prescrito por Dios.

Ahora bien, aparecen dos personajes ancianos, que nada tienen que ver con la ceremonia que se esta realizando, pero que adquieren gran importancia cuando reconocen a Jesús y Simeón en cierto modo lo arrebata de las manos de su madre y es él quien lo presenta con su cantico diciendo:

“ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz… porque mis ojos han visto a mi Salvador”,

reconoce ya ese don, ese regalo de poder contemplar a su redentor, y añade:

“a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones”,

y he aquí ese maravilloso regalo que Dios nos ha hecho a todos y cada uno de nosotros, no es solo para unos cuantos, Dios nos ha dado la capacidad a todos de poder contemplar a su Hijo muy amado, esa luz que a de alumbrar a todas las naciones, pero sobre todo que ha de iluminar nuestros corazones.

Debemos dejarnos maravillar por el resplandor de la vida de Jesús, no nos hagamos ciegos a su luz porque corremos el riesgo de caer en la eterna oscuridad, bien dice el dicho, no hay peor ciego que el que no quiere ver, no seamos ese siego que a pesar de tener todo tan claro en la Sagrada Escritura, en a Eucaristía, en la necesidad del hermano, pasa por la vida sin contemplar la luz que le ha dado ya la salvación y solo es cuestión de que la reconozca para que peda obtenerla.

Finalmente la profetiza Ana tienen también un papel muy importante pues logro reconocer en ese pequeño niño a el liberador del pueblo de Israel, y no se quedo para sí ese acontecimiento, sino que fue anunciando a todos lo que había presenciado, es nuestro deber también como cristianos testigos de una fe ir proclamando la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo en lo cotidiano de cada una de nuestras vidas.

Así pues, pidamos a Dios nos permita tener la mirada atenta a la luz que ha de iluminar nuestros corazones, pidámosle la valentía y perseverancia de estos ancianos que esperaron y supieron reconocer a su Hijo y pidámosle nos permita seguir creciendo a todos nosotros en gracia, sabiduría y prudencia como lo hizo Jesús.

San Lucas 2, 22-40

“LUZ PARA ALUMBRAR A LAS NACIONES”.

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