DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Congregará a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales.«

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

DIEGO ALBERTO CASTRO BAEZ

Homilía Dominical

“En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce”

Todo tiene un inicio y un final y el año Litúrgico no es la excepción. Estamos en el Domingo XXXIII del tiempo ordinario razón por la cual las lecturas y el Evangelio poseen una temática meramente escatológica, es decir, nos hablan de la segunda venida de Cristo como juez al final de los tiempos, por lo que resulta necesario entender qué nos dice la Palabra de Dios, pues a menudo tendemos a la curiosidad del querer conocer el día, la hora y el momento preciso en el cual será el final de los tiempos, o como coloquialmente se dice: el fin del mundo.

No obstante Jesús en el Evangelio nos recuerda que nadie sabe este dato “solo el Padre”, nadie más, resultando curioso y dudoso lo que muchos se han atrevido a hacer: poner una fecha a este acontecimiento, sin embargo, para los que seguimos a Cristo nuestro fundamento no está en la palabra humana sino en la Palabra de Dios.

El mundo se acaba para los que mueren, esto es cierto es evidenciable, pero lo que debe de caracterizar a un cristiano ante esta situación no es la preocupación o ansiedad que pueda generar pensar en el momento de muerte, sino que debe de despertar la actitud de estar siempre preparados, de estar con el equipaje ligero listo para viajar, es decir tener en cuenta que el paso por esta vida es pasajero y que por tanto no debemos de aferrarnos a un lugar que no se hizo para permanecer perpetuamente en él, por eso la actitud y la esencia de un cristiano católico ha de ser el desprendimiento, la vigilancia pero ante todo la esperanza, pues esta nos mantiene vivo el deseo de algún día ver a Dios.

Ante una visión tan catastrófica de la plenitud de los tiempos, debemos de tener cuidado en no caer en el pensamiento erróneo de creer que este acontecimiento es una desgracia, como lo peor que puede pasar, si bien Dios tiene sus propios modos de obrar de ninguna manera obrará en contra de los que ama. Este lenguaje bélico de desgracia, de destrucción, de catástrofe, es simbólico lo cual quiere decir que es posible que suceda todo lo señalado, pero en el fondo quiere significar que Dios al final vencerá, «su Palabra no pasará… verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder. Ese Juez será tan bueno que: “En el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor” (San Juan de la Cruz).

En la profesión de fe (credo) profesamos que Jesús “Vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos”, es decir ya estamos advertidos de que Jesús va a volver y por tanto debemos pues de mantenernos vigilantes, como lo aconseja Jesús a sus discípulos, debemos de esperar con ilusión, con gozo, con asombro, con anhelo y con temor el cumplimiento de la promesa de Jesús:

“Y cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros”. (Jn.14,28).

Dios nos conceda ser ese servidor afortunado que al regreso de su señor lo encuentra cumpliendo con su deber para que así podamos escuchar esas palabras tan esperadas y merecidas para aquel que siempre se esforzó y confió en su Señor:

«Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor». (Mt. 25,23).

Que la Virgen de la Esperanza nos ayude a aguardar el momento de la venida del Señor a nuestras vidas y a nuestra historia.

San Marcos 13, 24-32

«Una «vigilante» y «gozosa» espera…»

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DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos.»

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

ULISES DOMINGUEZ CONTRERAS

Homilía Dominical

Queridos amigos, en este Domingo XXXII del tiempo ordinario la liturgia de la palabra nos propone algunos puntos importantes para considerar en nuestra vida de fe, tratando de evitar el riesgo de caer en las apariencias y buscando mejor, un auténtico encuentro con Cristo.

En este fragmento del Evangelio de san Marcos, el Señor Jesús nos invita a buscar la correspondencia entre nuestras manifestaciones de fe externas con una recta intención al realizarlas. Cuando llevamos a cabo obras en medio de nuestras comunidades, podemos caer en el error de buscar ser admirados, felicitados o reconocidos por los demás, y lo que en un principio era una acción buena: ayudar a los demás, donar mi tiempo o mis bienes, etc. Pierde su valor y se convierte en una acción vacía. 

En la primera parte del Evangelio el Señor nos proporciona algunos ejemplos que plasman la idea de quedarnos solo con lo externo,  amplios ropajes, reverencias, honor, puestos, banquetes, riquezas y rezos despampanantes, pero que en realidad todo esto no es fruto de una verdadera conversión personal, o de una búsqueda sincera de Cristo. De forma que, buscar solo lo de afuera nos resulta más fácil, es cómodo que el Señor nos pida ritos impecables, organizados y estéticamente bellos, pero que no nos comprometa nuestra persona, lo más mío, o sea, mi corazón. El problema con la actitud de los fariseos, no son sus formas en las que se manifiesta su fe, sino que, detrás de ellas esconden una actitud de rechazo a ofrecer todo su ser a Dios.

En la segunda parte, nos encontramos el episodio donde una viuda pobre se desprende, para las alcancías del templo,  de las únicas dos monedas que tenía para vivir. En el contexto cultural de Israel en el tiempo de Jesús, este hecho adquiere un significado profundo, pues el papel de la mujer depende totalmente del varón, y en este caso, una mujer viuda es alguien marginado,

Esta acción de la viuda nos revela algo importante; no es necesario dar mucho al Señor para agradarle, sino que, basta con darnos todo, sin guardarnos nada para nosotros mismos. Que la mujer diera todo lo que tenía para vivir puede simbolizar una entrega total, pues no solo le presenta a Dios algo material, sino que junto con ello le ofrece su vida. Es precisamente por lo anterior que Jesús asegura, que, en su pobreza, es quien más a depositado. Los ricos que ofrecen las sobras o el excedente, aunque cuantitativamente mucho, refleja algo que no se tenía contemplado y que ha sido atendido después de haber procurado mis propias necesidades, mi soberbia o el ego.

Pidamos amigos míos, a Dios, dos gracias especiales:

La primera es que nuestras muestras externas de fe sean un auténtico fruto de conversión personal y también que nos dé el coraje y el valor para ser capaces de comprometer con Dios todos los aspectos de mi vida (mi trabajo, mi oración, mi familia, mis valores, mi actuar y pensar, etc.)

Que el Señor nos ayude a todos.

San Marcos 12, 38-44

«Los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir»

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DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

ANTONIO DE LA ROSA MORALES

Homilía Dominical

El Evangelio de este domingo, nos muestra el momento en el que un doctor de la ley (responsable de las enseñanzas religiosas) le pregunta a Jesús por el mandamiento mas importante. Existen muchas respuestas al respecto, pero el quiere conocer la respuesta del Maestro. Para reflexionar este pasaje del evangelio te propongo los siguientes cuatro puntos:

  1. La pregunta del doctor de la ley

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? En los tiempos de Jesús, esta era una pregunta muy controversial. Algunos decían que no podían hacer distinciones por que al hombre no le era competente, otros decían que unos preceptos eran más obligatorios que otros.

2. La respuesta de Jesús

La respuesta de Jesús fue clara: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.” (Mt 12, 29-31.)

3. La respuesta del doctor de la ley

“Sí, amar a Dios y al prójimo es mucho más importante que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Esta respuesta nos demuestra que la practica del amor es mas importante que todo, pues de nada sirve ir Misa, las novenas, las promesas, las misas, las oraciones y las procesiones si no hay amor, todo lo anterior es fruto del amor y nos lleva amar, pero muchas veces elegimos no vivir lo que celebramos y profesamos.

4.El tema del Reino

“¡No estás lejos del Reino!”. En efecto, cuando una persona ama a Dios y a sus hermanos y ese amor le lleva al servicio, esa persona no esta lejos del Reino de los Cielos.

       Para reflexionar:

Preguntémonos; ¿Cómo es y cómo debería ser mi amor por Dios? En base al Evangelio ¿qué significado encuentro para: corazón, mente, fuerza? Tal vez estas palabras ¿indica lo mismo? 

Pidamos al Señor Jesús un conocimiento interno de Él, para más amarle, seguirle y servirle en los hermanos. Que así sea.

 

San Marcos 12, 28b-34

«No estás lejos del Reino de Dios»

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DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

«El que quiera ser grande, que
sea su servidor»

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LUIS PAULO ESPARZA CRUZ

Homilía Dominical

Hoy, el Evangelio nos presenta un momento conmovedor y profundamente humano. Nos encontramos con Santiago y Juan, dos de los discípulos más cercanos a Jesús, que se atreven a pedirle algo ambicioso: «Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Es una petición que refleja el deseo de grandeza que todos llevamos en el corazón y que en algún momento hemos compartido con estos dos hermanos.

Cuando Jesús les responde no los reprende, no les dice que no pueden aspirar a la gloria. Al contrario, los invita a una reflexión más profunda: “¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?”. Jesús les está hablando del sacrificio, del sufrimiento que Él mismo va a vivir. Les está recordando que la verdadera gloria, la verdadera grandeza, no se encuentra en los honores ni en las medallas, sino en el sacrificio, en el servicio y en una entrega total.

La sociedad actual nos invita constantemente a estar en la cima, a ser los primeros, a que todos nos vean y nos aplaudan. Pero Jesús hoy nos invita a mirar de una manera completamente diferente. Él nos está diciendo que, en el Reino de Dios, el más grande no es el que está en lo alto, sino el que se inclina para servir. El primero no es el que más manda, sino el que más ama.

Ahora les invito a que pensemos en nuestras propias vidas. Jesús nos dice hoy: «El que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor; y el que quiera ser el primero, será esclavo de todos».

Esta no es una invitación fácil. Ser servidor, poner a los demás por delante de nuestros propios deseos, requiere un corazón humilde, generoso. Pero también es una invitación que transforma vidas, una invitación que nos lleva a una felicidad más profunda, más auténtica. Porque cuando servimos a los demás, cuando damos sin esperar nada a cambio, estamos viviendo el amor en su forma más pura. Y ese amor, esa entrega, es lo que realmente llena nuestro corazón.

Jesús mismo es nuestro ejemplo. Él, siendo el Hijo de Dios, no vino a ser servido, sino a servir. Él nos mostró que la verdadera grandeza no se mide en títulos o posiciones, sino en la capacidad de entregarse, de amar sin límites, de dar incluso cuando nos cuesta. Jesús entregó su vida por nosotros en la cruz, nos amó hasta el extremo, y nos llama a seguir sus pasos.

De forma que no importa la edad que tengamos, todos estamos llamados a vivir este espíritu de servicio, los más jóvenes, los adultos y nuestros mayores, Todos, sin importar nuestra edad o condición, podemos ser grandes a los ojos de Dios cuando nos dejamos guiar por el amor.

Que el Señor nos dé la gracia de vivir con valentía y alegría, sabiendo que al servir a los demás, estamos siguiendo los pasos de Jesús, nuestro Maestro y Señor. Así sea…

San Marcos 10, 35-45

Dios los hizo hombre y mujer

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DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

«¿Qué haré para heredar la vida eterna?»

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

SERGIO CONTRERAS SUSTAITA

Homilía Dominical

¿Alguna vez has buscado respuestas a tu vida? ¿te has preguntado por lo que es bueno y lo que es lo mejor? Este domingo, las lecturas se centran en se anhelo que todos tenemos de conocer, pero aún más, conocer lo que es la sabiduría, que no es otra que el saber vivir.

En las escuelas rara vez se nos enseña a saber vivir, más bien se nos enseña a sobrevivir, es decir, mantener nuestra existencia consiguiendo el sustento necesario. Pero nuestra vida tiene un fin trascendente, es decir, más allá de esta vida y esto es lo que nos lleva a buscar la sabiduría. En esto, sobresale el amor a Dios y al prójimo. Entonces así tenemos la sabiduría, sabemos vivir.

Claramente encontramos en el libro de la Sabiduría este anhelo del alma, vale la pena preguntarnos, cuando oramos con Dios, ¿pedimos que Él haga lo que queremos o que nos enseñe que es lo mejor, lo que Él quiere? Si pedimos lo segundo, estamos pidiendo sabiduría y si sabemos apreciarla, si hemos gustado de lo que es vivir en el camino de Dios, podemos decir como dice el libro de la Sabiduría. “La tuve en más que la salud y la belleza; la preferí a la luz, porque su resplandor nunca se apaga.”. Es decir, lo que Dios nos da, son palabras de Vida Eterna, su palabra no pasará.

¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios? ¿Cómo podemos obtener esa apreciada sabiduría? Ya hemos mencionado la oración, y además, tenemos un medio fundamental para encontrar la voz de Dios: La Sagrada Escritura. San Pablo nos dice que ésta es “viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. […] descubre los pensamientos e intenciones del corazón.”. Pareciera extraño, pero cuando contemplamos la Palabra de Dios, es como si Jesús desnudara nuestra alma, queda expuesta ante los ojos de Aquel que tanto nos ama, Cristo el Señor.

La Palabra interpela nuestro corazón, nos inspira a saber vivir, a vivir una relación íntima con nuestro Dios, por el que vivimos y existimos, nos hace invitaciones de lo más profundas y no dejamos de buscar en esta vida, hasta que nos encontremos con él.

Sin embargo, no basta simplemente escucharlo, hay que actuar y si pensábamos que nuestra vida como cristianos basta con sólo cumplir los mandamientos, la sabiduría de Jesús nos lleva más allá. Se nos piden actos concretos que relejan el estado de nuestro corazón.

En el Evangelio, el hombre rico le pregunta a Jesús “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Este joven está pidiendo sabiduría, saber cómo vivir para llegar a la vida eterna. Es emocionante, porque, el hombre rico cumple los mandamientos, podríamos decir que es un buen hombre, sabe que no está pleno con lo que hace, sino que necesita ir más allá, sin embargo, el apego a las riquezas evitó que viviera con sabiduría.

Seguramente él sabía que la vida eterna es mejor que todos sus bienes, pero falló la voluntad para desprenderse de sus bienes, y no sólo eso, de ver la necesidad de los hermanos más pobres, pues había oportunidad de donación a los demás.

Conoció la Sabiduría, a Cristo, pero su afecto a las seguridades y a la riqueza no permitieron que fuera libre. Todos quisiéramos una vida con riquezas y comodidades ¿no? Pensamos que si somos “buenos” entonces las merecemos, podemos estar equivocados.

Ante el anhelo de una vida cómoda, de una vida donde pareciera que el que más tiene es el más feliz, ¿podremos renunciar a eso? ¿podemos realmente tener un corazón libre para seguir al Señor que es nuestra verdadera felicidad? Pareciera imposible, si para los hombres lo es, no para Dios.

¿Seremos capaces de pedir sabiduría a Dios con el riesgo de que nos pida dejarlos todo? Seamos valientes, pues, si lo pedimos y hacemos lo que nos pide, estaremos ganando la vida eterna, la máxima y más bella de las recompensas.

Pidamos hermanos lo que dice el salmo, para que el Señor nos de la fortaleza, de actuar según su sabiduría. “Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras”. Así sea.

San Marcos 10, 17-30

Ve y vende lo que tienes y sígueme.

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DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

«LO QUE DIOS UNIÓ, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE»

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

JOSÉ ÁNGEL FLORES AMADOR

Homilía Dominical

El Evangelio de este domingo XXVII del tiempo ordinario es muy bello y me gustaría hablar de dos cosas muy importantes que en él se mencionan.

Recordemos que los fariseos eran muy estrictos en el cumplimiento de la ley y su obediencia a las tradiciones del pueblo judío, tenían por lo tanto un mayor énfasis en la piedad personal. Ellos mismos ponen a prueba al Señor Jesús, le preguntan acerca del divorcio como lo marcaba en la ley de Moisés, Jesús les responde: “Moisés prescribió esto, debido a su dureza de corazón de ustedes”; y es que podemos decir que en ese tiempo el corazón del hombre era tan duro para poder amar al prójimo y en el caso del matrimonio a la esposa.

Jesús enseña que veamos el matrimonio desde el principio de la creación entre el hombre y la mujer, aquí vemos que el matrimonio se funda desde el inicio de la creación. Es un llamado de Dios a una mujer y a un hombre a vivir la santidad desde la familia que fundan el día que se casan. Jesús nos quiere decir que el matrimonio es algo muy sagrado ya que es del que manan muchas bendiciones como los hijos.

Uno de los fines del matrimonio es la ayuda mutua, el bienestar, el apoyo reciproco en el proceso de la autosuperación, la auto perfección personal de cada uno, y la protección mutua de los esposos. También en el matrimonio se debe de dar un respeto mutuo, fidelidad y amor.

Ahora pasamos a los últimos versículos del Evangelio donde podemos ver que algunas personas le acercan al Señor Jesús unos niños para que estuvieran con él, pero los discípulos se los impedían a lo que Jesús les dice que los dejen y además les aseguró que si no se hacían como uno de ellos no entrarían en el Reino de los cielos. Un niño es inocente y puro de corazón y además no hace las cosas por intereses sino por ayudar y creo que el mensaje que Cristo nos quiere trasmitir es que seamos como ellos con las mismas características de un niño, sea la edad que tengamos hay que hacernos como niños para algún día entrar en el Reino de los cielos.

Hoy hay que pedirle a Dios por los matrimonios que tienen problemas, sufren, no se comprenden el uno al otro para que los ayude en su caminar y fortalezca el amor que un día se prometieron el uno al otro. Pidamos también la intercesión de María Santísima para que ruegue por aquellos jóvenes que están en ese proceso para tomar la decisión para unir sus vidas.

Pidamos por nuestros niños, especialmente por los de nuestro país, aquellos que sufren el hambre, la violencia, el maltrato para que sus llantos sean escuchados por Dios y pronto reciban la paz en sus pequeños corazones. Pidamos por aquellos niños que ríen, tienen paz, amor, para que por la intercesión de Santo Domingo Savio sean buenos con sus padres, hermanos y amigos.

 

San Marcos 10, 2-16

Dios los hizo hombre y mujer

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