DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

ANTONIO DE LA ROSA MORALES

Homilía Dominical

El Evangelio de este domingo, nos muestra el momento en el que un doctor de la ley (responsable de las enseñanzas religiosas) le pregunta a Jesús por el mandamiento mas importante. Existen muchas respuestas al respecto, pero el quiere conocer la respuesta del Maestro. Para reflexionar este pasaje del evangelio te propongo los siguientes cuatro puntos:

  1. La pregunta del doctor de la ley

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? En los tiempos de Jesús, esta era una pregunta muy controversial. Algunos decían que no podían hacer distinciones por que al hombre no le era competente, otros decían que unos preceptos eran más obligatorios que otros.

2. La respuesta de Jesús

La respuesta de Jesús fue clara: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.” (Mt 12, 29-31.)

3. La respuesta del doctor de la ley

“Sí, amar a Dios y al prójimo es mucho más importante que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Esta respuesta nos demuestra que la practica del amor es mas importante que todo, pues de nada sirve ir Misa, las novenas, las promesas, las misas, las oraciones y las procesiones si no hay amor, todo lo anterior es fruto del amor y nos lleva amar, pero muchas veces elegimos no vivir lo que celebramos y profesamos.

4.El tema del Reino

“¡No estás lejos del Reino!”. En efecto, cuando una persona ama a Dios y a sus hermanos y ese amor le lleva al servicio, esa persona no esta lejos del Reino de los Cielos.

       Para reflexionar:

Preguntémonos; ¿Cómo es y cómo debería ser mi amor por Dios? En base al Evangelio ¿qué significado encuentro para: corazón, mente, fuerza? Tal vez estas palabras ¿indica lo mismo? 

Pidamos al Señor Jesús un conocimiento interno de Él, para más amarle, seguirle y servirle en los hermanos. Que así sea.

 

San Marcos 12, 28b-34

«No estás lejos del Reino de Dios»

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DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

«El que quiera ser grande, que
sea su servidor»

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LUIS PAULO ESPARZA CRUZ

Homilía Dominical

Hoy, el Evangelio nos presenta un momento conmovedor y profundamente humano. Nos encontramos con Santiago y Juan, dos de los discípulos más cercanos a Jesús, que se atreven a pedirle algo ambicioso: «Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Es una petición que refleja el deseo de grandeza que todos llevamos en el corazón y que en algún momento hemos compartido con estos dos hermanos.

Cuando Jesús les responde no los reprende, no les dice que no pueden aspirar a la gloria. Al contrario, los invita a una reflexión más profunda: “¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?”. Jesús les está hablando del sacrificio, del sufrimiento que Él mismo va a vivir. Les está recordando que la verdadera gloria, la verdadera grandeza, no se encuentra en los honores ni en las medallas, sino en el sacrificio, en el servicio y en una entrega total.

La sociedad actual nos invita constantemente a estar en la cima, a ser los primeros, a que todos nos vean y nos aplaudan. Pero Jesús hoy nos invita a mirar de una manera completamente diferente. Él nos está diciendo que, en el Reino de Dios, el más grande no es el que está en lo alto, sino el que se inclina para servir. El primero no es el que más manda, sino el que más ama.

Ahora les invito a que pensemos en nuestras propias vidas. Jesús nos dice hoy: «El que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor; y el que quiera ser el primero, será esclavo de todos».

Esta no es una invitación fácil. Ser servidor, poner a los demás por delante de nuestros propios deseos, requiere un corazón humilde, generoso. Pero también es una invitación que transforma vidas, una invitación que nos lleva a una felicidad más profunda, más auténtica. Porque cuando servimos a los demás, cuando damos sin esperar nada a cambio, estamos viviendo el amor en su forma más pura. Y ese amor, esa entrega, es lo que realmente llena nuestro corazón.

Jesús mismo es nuestro ejemplo. Él, siendo el Hijo de Dios, no vino a ser servido, sino a servir. Él nos mostró que la verdadera grandeza no se mide en títulos o posiciones, sino en la capacidad de entregarse, de amar sin límites, de dar incluso cuando nos cuesta. Jesús entregó su vida por nosotros en la cruz, nos amó hasta el extremo, y nos llama a seguir sus pasos.

De forma que no importa la edad que tengamos, todos estamos llamados a vivir este espíritu de servicio, los más jóvenes, los adultos y nuestros mayores, Todos, sin importar nuestra edad o condición, podemos ser grandes a los ojos de Dios cuando nos dejamos guiar por el amor.

Que el Señor nos dé la gracia de vivir con valentía y alegría, sabiendo que al servir a los demás, estamos siguiendo los pasos de Jesús, nuestro Maestro y Señor. Así sea…

San Marcos 10, 35-45

Dios los hizo hombre y mujer

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Testimonio Vocacional-Ernesto Aguiñaga García

      

      «TESTIMONIO VOCACIONAL»

           DE:

       Ernesto Aguiñaga García

Mi Vocación surge de una familia Católica

2020

Dios me llama a esta Gran Aventura

 2014

Soy gracias a Dios Ingeniero Industrial

2022

Sem. de la

etapa

Discipular

Ernesto

Aguiñaga

García 

Es muy interesante, el tomarte un respiro o “hacer un alto en tu vida”, para ponerte a pensar un poco en esta “aventura” de la vocación.

«Dios TE llama»

Mi Vocación Comenzó:

 

Para comenzar con este relato de camino, en el cual busco dar y encontrar una respuesta para el sentido de mi vida, quiero hacer mención que desde muy pequeño tuve esa característica cercanía con las cosas de Dios, si bien no por mi propia mano, si lo fue por el núcleo familiar, ya que nací en el seno de una familia de valores católicos muy arraigados, lo que dio paso a mis primeros contactos con lo Sagrado.

Conforme fui formando el uso propio de la razón, me vi inmiscuido poco a poco en la Iglesia de la comunidad El Novillo Jalisco, ya que es el lugar donde transcurrieron los primeros años de mi vida y gracias a un primo carnal, me acerque al apostolado de servir como monaguillo a los 10 años aproximadamente; estado ahí dure aproximadamente hasta los 14 años. Al momento de estar cerca el fin de los estudios de la secundaria en el año 2014, con ayuda de mi familia y el Pbro. Pedro Arias, decidí ingresar a la etapa de Seminario menor, lo cual fue una experiencia muy enriquecedora, pese a que mi estancia en dicha institución fue de 3 meses.

En el transcurso de desertar del Seminario Menor, ingrese a estudiar la preparatoria en una comunidad cerca de mi casa. En los 3 años que dura la preparatoria, tuve bastantes mociones y anhelos de volver al seminario, pero me daba miedo volverlo a intentar, a pesar de tener el apoyo de mi familia, amigos y párroco, aun así, no me atrevía a volver atender esa “llamada del Señor”, la cual se presentaba en diversas circunstancias y momentos.

Recuerdo que cuando estábamos a punto de terminar el bachillerato fueron unos seminaristas a hacer la promoción del Seminario, y yo puse mis datos en la carta, para que se contactaran conmigo, pero al momento en que se pusieron en contacto conmigo, decidí hacer otras cosas en mi vida; entre ellas ingresar a la universidad y ponerme a trabajar en distintas actividades.

Y una vez terminada la universidad hace dos años, decidí darme una oportunidad para volver a hacer la experiencia del preseminario y así tratar de escuchar la voz de Dios entre tantos ruidos que se encuentran presentes en nuestra vida diaria, así que mi mejor consejo para alguien que empieza con su discernimiento vocacional, “no tengas miedo, y si lo tienes aun así con miedo hazlo”, ya que el Señor marcara las directrices para seguirlo; Dios siempre pone los medios y personas necesarias para nuestro itinerario. Es muy interesante la manera en la que Dios actúa, y a pesar de nuestros errores y debilidades nos llama, no cabe duda de que somos vasijas de barro, las cuales llevan el Tesoro de la vocación que Dios ha regalado a cada hijo suyo. ¡Ánimo!

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DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

«¿Qué haré para heredar la vida eterna?»

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

SERGIO CONTRERAS SUSTAITA

Homilía Dominical

¿Alguna vez has buscado respuestas a tu vida? ¿te has preguntado por lo que es bueno y lo que es lo mejor? Este domingo, las lecturas se centran en se anhelo que todos tenemos de conocer, pero aún más, conocer lo que es la sabiduría, que no es otra que el saber vivir.

En las escuelas rara vez se nos enseña a saber vivir, más bien se nos enseña a sobrevivir, es decir, mantener nuestra existencia consiguiendo el sustento necesario. Pero nuestra vida tiene un fin trascendente, es decir, más allá de esta vida y esto es lo que nos lleva a buscar la sabiduría. En esto, sobresale el amor a Dios y al prójimo. Entonces así tenemos la sabiduría, sabemos vivir.

Claramente encontramos en el libro de la Sabiduría este anhelo del alma, vale la pena preguntarnos, cuando oramos con Dios, ¿pedimos que Él haga lo que queremos o que nos enseñe que es lo mejor, lo que Él quiere? Si pedimos lo segundo, estamos pidiendo sabiduría y si sabemos apreciarla, si hemos gustado de lo que es vivir en el camino de Dios, podemos decir como dice el libro de la Sabiduría. “La tuve en más que la salud y la belleza; la preferí a la luz, porque su resplandor nunca se apaga.”. Es decir, lo que Dios nos da, son palabras de Vida Eterna, su palabra no pasará.

¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios? ¿Cómo podemos obtener esa apreciada sabiduría? Ya hemos mencionado la oración, y además, tenemos un medio fundamental para encontrar la voz de Dios: La Sagrada Escritura. San Pablo nos dice que ésta es “viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. […] descubre los pensamientos e intenciones del corazón.”. Pareciera extraño, pero cuando contemplamos la Palabra de Dios, es como si Jesús desnudara nuestra alma, queda expuesta ante los ojos de Aquel que tanto nos ama, Cristo el Señor.

La Palabra interpela nuestro corazón, nos inspira a saber vivir, a vivir una relación íntima con nuestro Dios, por el que vivimos y existimos, nos hace invitaciones de lo más profundas y no dejamos de buscar en esta vida, hasta que nos encontremos con él.

Sin embargo, no basta simplemente escucharlo, hay que actuar y si pensábamos que nuestra vida como cristianos basta con sólo cumplir los mandamientos, la sabiduría de Jesús nos lleva más allá. Se nos piden actos concretos que relejan el estado de nuestro corazón.

En el Evangelio, el hombre rico le pregunta a Jesús “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Este joven está pidiendo sabiduría, saber cómo vivir para llegar a la vida eterna. Es emocionante, porque, el hombre rico cumple los mandamientos, podríamos decir que es un buen hombre, sabe que no está pleno con lo que hace, sino que necesita ir más allá, sin embargo, el apego a las riquezas evitó que viviera con sabiduría.

Seguramente él sabía que la vida eterna es mejor que todos sus bienes, pero falló la voluntad para desprenderse de sus bienes, y no sólo eso, de ver la necesidad de los hermanos más pobres, pues había oportunidad de donación a los demás.

Conoció la Sabiduría, a Cristo, pero su afecto a las seguridades y a la riqueza no permitieron que fuera libre. Todos quisiéramos una vida con riquezas y comodidades ¿no? Pensamos que si somos “buenos” entonces las merecemos, podemos estar equivocados.

Ante el anhelo de una vida cómoda, de una vida donde pareciera que el que más tiene es el más feliz, ¿podremos renunciar a eso? ¿podemos realmente tener un corazón libre para seguir al Señor que es nuestra verdadera felicidad? Pareciera imposible, si para los hombres lo es, no para Dios.

¿Seremos capaces de pedir sabiduría a Dios con el riesgo de que nos pida dejarlos todo? Seamos valientes, pues, si lo pedimos y hacemos lo que nos pide, estaremos ganando la vida eterna, la máxima y más bella de las recompensas.

Pidamos hermanos lo que dice el salmo, para que el Señor nos de la fortaleza, de actuar según su sabiduría. “Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras”. Así sea.

San Marcos 10, 17-30

Ve y vende lo que tienes y sígueme.

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