Testimonio vocacional: Juan Antonio Ramírez Lozoya

«La Historia de la Santidad comienza con un SI, ¿y tú?

¿Te Animas a Seguir a Jesús?»

Semi. Juan Antonio Ramirez Lozoya

Testimonio Vocacional

Hola, soy Juan Antonio Ramírez Lozoya, de la Parroquia de Santo Niño de Atocha de la colonia la España. Actualmente soy un joven de 19 años que se encuentra en la etapa Propedéutica, el cual de pequeño tenía muchos planes muy diferentes a como estoy ahora. En este breve texto te quiero compartir el cómo fue que surgió mi vocación, y algunas partes importantes que surgieron antes de ingresar en el Seminario.

Mi vocación comienza alrededor de la edad de 15 años. Todo surge porque a esa edad me integré al Catecismo como catequista, si bien soy sincero, ingrese a esta pastoral de una manera un poco a la fuerza, ya que era un joven que de cierto modo no le llamaba la atención la religión. Pero bien puedo decir que era un joven con una gran familia, porque desde que tengo uso de razón ellos me inculcaron el ir al Catecismo, el asistir a misa y el participar en algunas de las cosas del Templo.

Bien recuerdo que la iniciativa de ser catequista comenzó por mi hermana, una vez que ella le dice a mi familia que quería apoyar me dicen que también valla yo, al principio fue una idea alocada, ya que no sabía nada en relación a que era esto.

 

Comencé de una forma que diría sin interés de apoyar, pero al estar conviviendo con los compañeros catequistas, me empezó a gustar el cómo era el ambiente, bueno, alegre, divertido… Por cuestiones de la casa tuvimos que dejar ese servicio, ya que nos cambiamos de vivienda a la actual colonia de donde habito. Al tratar de volver apoyar en el Catecismo note que el ambiente no era el mismo, ya que en este centro de Catequesis eran más formales las cosas. Al principio comencé con un poco de miedo, pero gracias a Dios solo estuvimos de apoyo ese año, en el año siguiente ya con un poco de practica nos dijeron que tanto mi hermana y yo tomaríamos un grupo, al principio no tomaba tanto interés para ayudarle, porque empecé a jugar futbol en un equipo, y tiempo disponible era muy poco. Pero al estar tratando con los niños del grupo se fue introduciendo ese amor al servir, las cosas que eran de mi importancia empezaron a bajar de valor e iba creciendo el amor al Catecismo, y gracias a ese impulso estoy aquí.

Si bien digo, no todo fue color de rosa, fueron momentos difíciles de decidir si en verdad quería ingresar al seminario, sentía miedo por ingresar, pero algo que me motivo mucho es que me daría tristeza el llegar a ser grande y no haber podido vivir lo que quería. Una frase que me motivo mucho fue una estampita de la Pascua del Seminario:

“La Historia de la Santidad comienza con un Sí, y Tú ¿te animas a seguir a Jesús?»

Gracias, ¡Bendiciones!

Por la Virtud.

Por la Fe.

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Pentecostés y encuentro diocesano juvenil

Pentecostés y encuentro diocesano juvenil

Pentecostés.

Sentido de vida cristiana.

 

Benito de los Santos Villalobos

Fe y espiritualidad

Pentecostés es un término que procede del latín, aunque sus orígenes más remotos nos llevan a un vocablo griego que puede traducirse como “quincuagésimo”. El concepto se utiliza para nombrar la fiesta celebrada por la Iglesia católica el quincuagésimo día que sigue a la Pascua de Resurrección, que se sitúa entre el 10 de mayo y el 13 de junio. Dicha festividad está consagrada a la Venida del Espíritu Santo. Pentecostés también es la fiesta que los judíos instituyeron en memoria de la ley que Dios entregó en el monte Sinaí, la cual se celebraba cincuenta días después de la Pascua del Cordero.

 

¿Cómo puedes vivirlo mejor?

Te dejamos 3 consejos para aprovechar este tiempo de gracia:

 

  1. Acércate al Espíritu Santo. Si no es la Persona de la Trinidad a la que tienes más presente, este es el mejor momento para conocerla más. Pide constantemente que puedas recibirlo con buena disposición. Para este fin, te compartimos la secuencia de Pentecostés o Himno al Espíritu Santo para que puedas rezarla y dejar que poco a poco entre a tu corazón:

 

  1. Renueva tu fe. Este es un tiempo especial para volver a Dios, transformar nuestros corazones. ¿Cómo hacerlo? Si es un tiempo difícil para ti o sientes que te has alejado, vuelve a lo básico: las oraciones, el rosario y el tiempo a solas con Dios. Pide al Espíritu Santo que te ayude a confiar tus cosas a Dios, lo bueno y malo. Si sientes que estás en un buen momento, aprovecha y comparte en comunidad, por ejemplo, transmite la alegría de ser parte de la Iglesia.

 

  1. Ten presentes los dones. Para comenzar, ¿sabes cuáles son los dones del Espíritu Santo? Son siete: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Siempre necesitamos más de uno y qué mejor que pedirlo en esta celebración. Estos regalos nos sostienen y nos iluminan para saber mejor el camino que Dios tiene preparado para cada uno.

 

Recuerda que este 5 de junio en punto de las 9:00 hrs de la mañana en el Templo del Señor de los Rayos para iniciar nuestra marcha y terminar en el Auditorio Dimo en donde viviremos el cierre de Pascua 2022. Contaremos con la presencia de nuestro señor Obispo Dn. Juan Espinoza Jiménez quien llevará a cabo la celebración Eucarística. Además contaremos con la presencia de diferentes movimientos y grupos juveniles… No te lo puedes perder!!! Te esperamos.

Horario:

9:00 am Inicia Marcha Juvenil de Pentecostés

10:30 am Recepción Auditorio Dimo Colegio Portugal

11:00 am Animación

11:30 am Tema

12:00 pm Feria Vocacional

01:00 pm Celebración Eucarística

Por la Virtud.

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CUARESMA TIEMPO DE PREPARACIÓN

CUARESMA TIEMPO DE PREPARACIÓN

CUARESMA TIEMPO DE PREPARACIÓN

¿QUE ES LA CUARESMA?

Tiempo de reflexión de sacrificio y de oración, la cuaresma es el tiempo de nuestro año litúrgico que se remonta con varias prefiguraciones ya que significa cuarenta días, y hacemos alusión a los 40 días y noches que pasó Noé en el arca, por los años pasados en el éxodo hasta llegar a la tierra prometida. Los 40 días que pasó Jesús ayunando en el desierto, cuando fue tentado por satanás, la cuaresma pues, es un tiempo de preparación para llegar a celebrar la pascua y “el domingo de Resurrección, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho participes de su vida inmortal”.

¿CUÁNDO INICIA?

La cuaresma según el ciclo litúrgico va variando año con año, la razón es el calendario lunar, la primera luna llena de primavera es el domingo que inicia la Semana Santa, los judíos la renuevan el día 15 de Nisán.

Inicia con el miércoles de Ceniza, día donde se impone la ceniza a los fieles, recordando que “del polvo somos y al polvo volveremos”. Esta ceniza es signo de renuncia, podemos reducir a ceniza nuestro pecado; es tiempo para acercarnos con mayor entrega al Señor.

 Es necesario darnos cuenta que somos invitados a cambiar de vida, a convertirnos desde un movimiento interno del corazón. En cuaresma podemos hacer nuestro desierto como Jesús que pasó por el desierto 40 días y noches, Él se despojó de comodidades, ruido, alimento, gustos, placeres estuvo en oración y de allí comenzó su misión, así nosotros somos llamados a hacer propósitos que nos ayuden a templar nuestro cuerpo, como ayunar de un alimento de mucho agrado, de la música favorita,  pero sería de mayor beneficio si también ayunamos de envidia, de crítica, de egoísmo, de soberbia, de enojo.  

Es necesario estar en recogimiento, en oración y ayuno.  Algo que nos cuesta tanto en nuestra actualidad es guardar silencio porque estamos en una cultura del ruido, donde es preferible aturdirse que reflexionar en el silencio. Y es bien sabido que en este reflexionar sabremos tomar mejores decisiones en nuestra vida cristiana.

¿QUÉ PUEDO HACER?

El ayuno, no solo de alimento, sino de aquello que nosotros sabemos está mal y que necesitamos erradicar en nuestras vidas. Al mismo tiempo, el ayuno se acompaña del compartir con otros lo que poseemos.

Con la limosna podemos ayudar a la persona necesitada, pero que dicha acción no se muestre como obligada, que sea nuestra misma donación y amor por el prójimo el que nos motive a hacerlo, porque puedo dar algo, pero si mi corazón está más empolvado que un mueble no tiene caso que lo haga.

Cada acción con amor, es generosa y fructífera que desinteresadamente nos lleva como comunidad a ofrecer aquello con amor a nuestros hermanos. Es importante hacerlo desde el interior sin anunciarlo con trompeta, es propio que nos parezcamos a Cristo, que nuestro deseo de conversión motive a nuestros hermanos acercarse al que dio la vida por nosotros en un madero.

La oración es un espacio íntimo, de diálogo filial con Dios nuestro Padre, y la mejor forma de hacerla nos la dice el mismo Jesús, cuando dice: «cuando ores entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu padre que está en lo secreto y tu padre que ve lo secreto te recompensará».

Es entrar en nuestro corazón con la disposición de escuchar la voz de Dios para poder preguntarnos ¿al inicio de esta cuaresma estoy dispuesto a iniciar mi cambio de vida? ¿la cuaresma es solo una festividad que celebramos por tradición? ¿nos quedamos sólo en lo externo o sabemos el sentido de los acontecimientos que celebramos y vivimos en este tiempo?

Que esta cuaresma nos ayude a cambiar nuestra vida, pues para cambiar el mundo, para ayudar a los demás necesito convertirme yo personalmente para cambiar a los demás desde el testimonio.

El Señor nos ama y nos mostró su Amor en la Cruz y un Amor inexplicable, este Amor pareciera una lógica contradictoria cuando dice «amen a sus enemigos, oren por quienes los persiguen», pero nos confirma «ámense los unos a los otros».

Dios nunca deja a sus hijos aún con nuestros muchos pecados. El Señor no condena, más bien, animémonos y démonos la oportunidad de que Dios entre a nuestro corazón.

Para el cristiano la vida se presenta como una oportunidad de encuentro con el Señor, no movido por el miedo al infierno, sino por el amor que llama a cada uno a luchar para conquistar el Reino.

¿Qué nos deja el rosario?

¿Qué nos deja el rosario?

¿Qué nos deja el Santo Rosario?

Devoción del Rosario

Que importante es para todo Católico Cristiano tener una especial devoción al Santo Rosario, la oración por excelencia a la Madre del verdadero Dios y también nuestra. La historia nos dice que fue a un sacerdote español, Santo Domingo de Guzmán, fundador y organizador de la Orden de Predicadores, a quién la Virgen María se le apareció y le enseño como recitar el rosario, pidiendo que lo predicara por todo el mundo y con ello obtendría la conversión de los pecadores y abundantes gracias.

El Rosario es la oración más hermosa que podemos dirigir a la Virgen, al tiempo que es el más perfecto homenaje ofrecido a Jesús; es un método sencillo y fácil para meditar en las grandes verdades de nuestra santa fe; es un arma invencible para combatir a nuestros enemigos espirituales; un poderoso medio de conversión y santificación; un tesoro inapreciable de indulgencias. (Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Abril 2020)

Creo que en algún momento de nuestra vida hemos experimentado esa sensación de alivio y de paz que nos trae esta bella oración cuando la recitamos. No es ajeno a la gran mayoría de los creyentes el hecho de vivir una situación complicada y sostener en la mano el rosario; pensemos propiamente en el sentir de cada uno de nosotros cuando acudimos a Nuestra Madre del cielo saludándola como lo hizo en aquella ocasión el Arcángel Gabriel: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo… y a la vez recurriendo a ella como gran intercesora de los hombres ante el Creador: Ruega por nosotros los pecadores.

Cuando rezamos el Santo Rosario, estamos meditando la vida misma de nuestro Señor Jesucristo, es una oración bíblica. Cada misterio nos da la oportunidad de profundizar en algunos momentos concretos del actuar de Jesús y María, y creo que esto es reconfortante y alentador. Indagar en aquella inconmensurable sabiduría de Dios con los ojos de Fe y de amor con que lo hizo su humilde esclava.

Simplemente recordemos cuando en alguna ocasión hayamos necesitado de nuestra mamá, si no podía yo resolver la tarea, si no encontraba un suéter, si me veía amenazado, si necesitaba permiso de papá para tal o cual cosa; acudía de inmediato al auxilio de ella y era algo casi seguro de obtener. De ésta misma manera podemos acudir a María Santísima, porque es nuestra mamá, Jesucristo estando en la cruz la entregó como Madre de la humanidad entera: “Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa”. (Juan 19, 26-27)

Y es tan sencillo reconocer el obrar de una verdadera madre, siempre amorosa, servicial, entregada, trabajadora y sobretodo protectora de sus hijos; tantas y tantas son las cualidades que podemos encontrar en ella.

En el rezo del rosario vamos descubriendo cómo María es una madre solicita a lo que sus hijos necesitan, el pasar de cada cuentita es como suspiro de esperanza para nuestro ser, y es que cuánto amor se encierra en cada Ave María, nosotros le hablamos y ella nos escucha, es un diálogo tierno de madre a hijo. Su voz de dulzura envuelve el corazón y lo acerca a la gracia de Dios, lo hace aspirar a lo sublime, a lo eterno, a lo divino; recitarlo, también nos pide un acto de confianza y de entrega, es decir, confiamos filialmente en la poderosa intercesión de María y dejamos a su cuidado nuestro caminar.

Muchos son quienes a lo largo de los años nos han invitado a tomar el Santo Rosario como arma potente ante las acechanzas del maligno, sabemos que la tentación está en cada momento y necesitamos protección. Desde que amanece hasta que anochece habrá algún tiempo para que podamos rezarlo. Creo podemos caer en un estado de pereza espiritual y olvidarnos completamente cuanto valor tiene esta oración, y nos justificamos fácilmente diciendo: no tengo tiempo, se me olvidó, hoy no pude rezar, etc., entra otras muchos pretextos. Pero qué tal si lo rezamos de camino al trabajo, de camino a la escuela, mientras hago ejercicio, mientras hago el aseo de la casa, suena algo extraño pero es posible.

 

Será un reto para las generaciones actuales y futuras seguir practicando esta devoción; los jóvenes o adolescentes incluso adultos catalogan la piedad popular como algo retrograda y pasado de moda, como algo para señoras piadosas, para quienes se creen santitos… y cuanto mal se hace con ello a nuestra Iglesia. La Santísima Virgen nos llama pues a que recurramos a su maternal auxilio y a volver el corazón hacia Dios. Nada más y nada menos en las apariciones de Fátima, con cuánta insistencia les pedía a aquellos pastorcitos que siguieran rezando el Santo Rosario para que el mundo obtuviera la paz.

Hermanos, hagamos un análisis personal de lo que nos deja el rezo del rosario en nuestra vida, algunos dirán: me deja una paz incomparable, una alegría indescriptible, me hace confiar mi vida en manos de Dios y de la Virgen María. Y lo esencial, es que aquello que yo experimente lo lleve a las obras, que no me quede únicamente en el mero sentimiento, sino que en mi actuar refleje los frutos obtenidos con esta oración. Incluso la misma Madre de Dios ha hecho promesas a quienes con verdadera devoción y libre voluntad hagan de esta práctica algo constante.

 

«En el Rosario he hallado los atractivos más dulces, más suaves, más eficaces y más poderosos para unirme con Dios» –Santa Teresa de Ávila.

Edgar Alejandro Morquecho Cortez

¡Creo en la vida eterna!

¡Creo en la vida eterna!

¡Creo en la vida eterna!

Teología

Sin  duda, que un tema algo complicado de abordar tanto para la filosofía como para la teología es el de la vida después de la muerte. En el caso de la teología conocemos la realidad de la vida después de la muerte por la revelación, pero aun así no la podemos comprender de una manera clara y total, por las limitaciones actuales de nuestro tiempo y espacio e inclusive del mismo lenguaje que no logra comprender en totalidad estas realidades sobrenaturales. Por tanto, el hilo conductor de este articulo se centrará en considerar lo ya dicho por el Magisterio y la Tradición sobre estas realidades últimas que popularmente se les conocen como postrimerías.

Esta afirmación es tan esencial para comprender el alcance de la esperanza del cristiano de esta realidad última, ya que, en el credo cristiano, se afirma que: el hombre ha sido hecho para la vida, que alcanzará su culmen en la contemplación gozosa de Dios. Este creer en la vida eterna se realiza en la plena libertad del hombre, ya que él, puede aceptar o no este don. Es por eso que se entiende la condenación no como una acción injusta de Dios sino como el “no” del hombre a la autodonación de Dios.

En nuestro contexto actual, y haciendo un balance de la cuestión, nos encontramos con una cultura que no acepta la muerte, que trata de eliminarla de su vida como esa realidad tesionante que es; o  si no se le elimina se le satiriza para hacerla parecer tan débil, y ajena a la vida del hombre. El campo actual de la teologia de la muerte busca acercarnos a la humanización de la muerte nuevamente, no verla como una realidad ajena a la vida del hombre, sino como una realidad tan humana e inevitable para todos, qué hay que enfrentarla con confianza y certeza de que saldremos victoriosos por la gracia de Cristo. Por tanto, un reto para nosotros hoy es humanizar la muerte nuevamente, ya que, su deshumanización lleva a la deshumanización de la vida.

Creer en la vida eterna finalmente, nos sitúa en que seremos juzgados, de una manera personal y colectiva. En la muerte que  pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). Es muy importante entender el juicio final como ese tiempo de la cosecha en el cual, se nos juzgara  de acuerdo a nuestra vida en Cristo. Y entonces, recibiremos el premio o el castigo que libremente optamos. San Juan de la Cruz expresa con una tremenda certeza que en el “en el ocaso de nuestra vida seremos juzgados en el amor”. 

La tradición de la Iglesia al unísono sitúa que el resultado del juicio particular en el cual cada hombre ha de presentarse se resumirá en salvación (cielo y purgatorio) o condenación. Finalmente el juicio Universal será hecho a toda la humanidad, en el cual, todo será recapitulado en Cristo. 

 

CIELO

Es un hecho innegable, tal como afirma el catecismo de la Iglesia Católica que  los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual es» (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4).  Pero para entender esta realidad del cielo y verla de una manera correcta,  es preciso en primer lugar, entender el término «cielo», que refleja de modo natural la fuerza simbólica del «arriba», de la altura, la tradición cristiana se sirve de este término  para expresar la plenitud definitiva de la existencia humana gracias al amor consumado hacia el que se encamina la fe. Entender cielo de esta forma nos orienta a  no  perdernos en fantasías exaltadas sino conocer con más profundidad la oculta presencia que nos hace vivir de verdad y que, sin embargo, continuamente dejamos que nos la tape lo aparente, apartándonos de ella.

El hombre está en el cielo cuando y en la medida en que se encuentra con Cristo, con lo que halla el lugar de su ser como hombre en el ser de Dios. Así que cielo es primariamente una realidad personal que lleva para siempre la impronta de su origen histórico en el misterio pascual de muerte y resurrección.  Entender el cielo como una realidad  de esta forma nos sitúa el aspecto cristológico y eclesiológico del mismo cielo. Ya que en él, se conjugan la victoria de Cristo en su Misterio Pascual y si el cielo se basa en el existir en Cristo, entonces implica igualmente el estar con todos aquellos que en conjunto forman el único cuerpo de Cristo. En el cielo no cabe aislamiento alguno. Es la comunión abierta de los santos y, de ese modo, también la plenitud de todo coexistir humano, plenitud que es consecuencia de la pura apertura al rostro de Dios, y no concurrencia hacia ella.

Antiguamente se hablaba de que el camino al cielo se llegaba de una manera más fácil para determinados estados de vida, hoy la reflexión teológica que hemos madurado paulatinamente por medio del Concilio Vaticano II, nos hace ver que el llamado a la santidad es universal y que Dios en su infinita creatividad suscita caminos que ni nosotros nos imaginamos.

Finalmente, concluimos este apartado  considerando al cielo en cuanto tal, como una realidad «escatológica», en una doble significación, ya que  el cielo es la manifestación de lo definitivo y totalmente otro. Su definitividad procede del carácter definitivo del amor de Dios, amor irrevocable e indivisible. El cielo se nos presenta como realidad o fruto de la gracia y de la libertad  personal, pero también como el fín al que esta llamada toda la creación en la consumación de los tiempos (Parusía).

Esta realidad que conocemos como purgatorio es compleja de entender, ya que no es un inter entre el cielo y el infierno ni mucho menos un estado definitivo del alma que llega a él; la manera correcto de entenderlo es, en primer lugar como lo señala el Catecismo de la Iglesia Católica: como ese lugar de purifición final de los elegidos que es completamente  distinto del castigo de los condenados. los que llegan al purgatorio son los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque claro, están seguros de su eterna salvación, por tanto, para ellos el purgatorio se convierte  en una oportunidad de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría o beatitud del cielo.

La existencia de este estado de purificación es ampliamente respaldado por la tradición de la Iglesia y la Sagrada Escritura, la cual, a menudo alude a esté como un “fuego purificador”.

Finalmente como ultima consideración de este estado, la manera de purificarse y por ende, de salir del purgatorio, es por medio principalmente de la Iglesia militante o sea, la Iglesia de todos nosotros, los cristianos de esta época. La Escritura y la Tradición de la Iglesia, nos invitan continuamente a orar por los difuntos. La Iglesia  desde los primeros tiempos, ha honrado y ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio Eucarístico, para que una vez purificados, puedan llegar los difuntos a la visión beatifica de Dios. La iglesia además aprueba y recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia a favor de los difuntos.

INFIERNO

Como ultima realidad o postrimería que hay, está el infierno el cual es consecuencia del  mismo obrar del hombre, que de una manera libre y consciente elige no amar a Dios.  Y no se ama a Dios cuando se peca gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos. Esta puntualización ya la había dejado muy clara el apóstol san Juan: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna y permanece en él”  (1Jn 3, 14-15).

La Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y  y allí sufren las penas del infierno. El infierno es el lugar del castigo, en el cual, la principal pena estriba en la separación  eterna de Dios, por la propia autoexclusión del hombre que se niega a acoger el amor  misericordioso de Dios y se obstina en el mal camino. 

Finalmente, la invitación que hace la Sagrada Escritura y la Tradición respecto a esta realidad es la de la responsabilidad personal y el llamamiento apremiante a la conversión, ya que Dios no predestina a nadie al infierno, sino que el hombre de una manera aberrante se aleja de Dios hasta el final.

Para el cristiano la vida se presenta como una oportunidad de encuentro con el Señor, no movido por el miedo al infierno, sino por el amor que llama a cada uno a luchar para conquistar el Reino.

Josué Oswaldo Bárcenas Hernández

¿Qué es un año jubilar?

¿Qué es un año jubilar?

¿Qué es un año jubilar?

Evangelización

El pasado 15 de agosto de este año 2018, nuestro Obispo diocesano Don José María de la Torre Martín, decretó un Año Jubilar en nuestra Diócesis, para celebrar el centenario de la llegada de la imagen de “Nuestra Señora de Aguascalientes” Patrona de nuestra Diócesis, a quien todos los fieles le tenemos especial veneración y cariño, el cual se ve manifestado en las celebraciones anuales de la solemnidad de la Asunción. Este Año Jubilar dará inicio el 1 de octubre de 2018 y terminará el 18 de octubre de 2019.

Ante este acontecimiento diocesano, me parece providencial reflexionar sobre lo qué es un Año Jubilar, es decir: ¿Qué significa? ¿Dónde tiene sus orígenes? Es loable destacar la importancia que tiene para la Iglesia la celebración de los Jubileos, pero sobre todo me parece importante tener presente las disposiciones para vivir un Jubileo y poder recibir las indulgencias que se nos conceden en este tiempo de gracia. Teniendo un conocimiento más profundo sobre este tema, estoy seguro que lo podremos vivir de una manera más plena y aprovechar en conciencia todo lo que Dios nos quiere conceder en este año.

La palabra Jubileo proviene del latín iubilaeus y este término a su vez viene del hebreo senat hayyobel que significa “el año del carnero”. El yobel era un cuerno de carnero, el cual resonaba en ocasiones memorables o importantes para el pueblo de Israel, resonaba especialmente cuando era proclamado el año de gracia y liberación, ordenado en el libro del Levítico, y en donde encontramos el origen del año jubilar: “Contarás siete semanas de años, es decir, siete por siete años, de modo que las siete semanas de años sumarán cuarenta y nueve años. El día diez del mes séptimo harás resonar el estruendo de las trompetas; el día de la Expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra. Declarareis santo el año cincuenta, y proclamareis por el país la liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo: cada uno recobrara su propiedad y cada cual regresará a su familia” (Lv 25, 8-10). 

El año jubilar para el pueblo de Israel era el año de liberación, los que eran esclavos volvían a sus familias; era el año del perdón, todos debían perdonar de las deudas; se vivía realizando otros signos importantes.

 La Iglesia, tomando como modelo el año jubilar judío, instituyó “el Jubileo para la Iglesia, es verdaderamente año de gracia, año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental” (SAN JUAN PABLO II, Tertio millennio adveniente, n.10)

En la Iglesia, se celebró el primer Jubileo en el año 1300. Cuando fue el cambio de centuria mucha gente acudió a Roma a visitar las basílicas, confesaban sus pecados y hacían oración en las tumbas de los Apóstoles, con la intención de comenzar un nuevo siglo libres de pecados; ante este clamor popular, el Papa Bonifacio VIII  proclamó el primer Año Santo de la historia, concediendo la indulgencia plenaria, con la condición de acudieran con toda reverencia a visitar las basílicas romanas, que hubiera un verdadero arrepentimiento de los pecados y confesarlos.

La celebración de los Jubileos la retomaron los siguientes Romanos Pontífices, realizándola cada cincuenta años; pero algunos decidieron que se celebrará cada veinticinco años o bien cada que hubiera algún acontecimiento importante para la vida de la Iglesia. Los últimos Jubileos celebrados en la Iglesia universal fueron el del año 2000, proclamado por el Papa san Juan Pablo II y el Jubileo de la misericordia, proclamado por el Papa Francisco, y celebrado del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016.

Un Año Jubilar es ante todo un año de gracia, “éste es el tiempo oportuno: es el día de la salvación” (2 Co 6,2). Así lo expresa el Apóstol san Pablo. Por eso, cuando se convoca un Jubileo se ofrece a los fieles un “tiempo oportuno”, un espacio de penitencia y de conversión a lo largo de un año; en nuestra Diócesis podemos afirmar con seguridad que se trata de un “tiempo oportuno”, también para pedir a la Madre de Dios, “Nuestra Señora de Aguascalientes”, que interceda por nuestras familias, que aumente nuestra fe, y nos acerquemos y amemos más a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Debemos recordar y tener presente que en este año jubilar, podemos obtener la indulgencia plenaria. ¿Qué es la indulgencia? “Es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas disposiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (c. 992 CIC)

¿Cuáles son las disposiciones que se han establecido para obtener la indulgencia plenaria en la celebración de este Año Jubilar?

En el decreto del Año Jubilar, nuestro Obispo ha establecido las siguientes deposiciones:

A. Participando de la Santa Misa ante la imagen de Nuestra Señora de Aguascalientes, o se rece el Santo Rosario teniendo por intención la defensa de la vida y la unidad familiar.

B. Además cumplir las prescripciones de:

  1. Rechazar el pecado con firme propósito de enmienda 
  2. Estar en gracia de Dios 
  3. Recibir la Santa Comunión 
  4. Orar por las intenciones del Santo Padre
  5. Tener la intención de ganar la indulgencia

Así mismo, debemos tener presente que la indulgencia se puede obtener para sí mismo o la podemos aplicar por algún difunto, siempre y cuando se cumplan las disposiciones ya mencionadas.

Finalmente, sólo me resta decir que debemos aprovechar al máximo esta oportunidad que Dios nos regala por medio de la Iglesia y obtener la indulgencia plenaria, y crecer más en el amor y devoción a la santísima Virgen María. Pidamos al Señor que en este año haya muchos frutos espirituales en nosotros mismos y en la Diócesis. 

 

“El Jubileo para la Iglesia, es verdaderamente año de gracia, año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental” San Juan Pablo II

Pbro. Sergio Soto Flores