
Homilía «In memoriam» Mons. Rafael Muñoz Núñez
x Aniversario de la muerte de mons. rafael muñoz núñez

HOMILÍA / 19 DE FEBRERO 2020 / VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
MARCOS 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». Levantando los ojos dijo:
«Veo hombres; me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
iluminación gradual y progresiva
La parte central de la curación de este ciego se describe con mucho detalle (lo cual no es habitual en Marcos): se muestra la fe de quienes lo traen, “le llevaron a un ciego, rogándole que lo tocara”; Jesús lo saca de la población llevándolo de la mano; le unta con saliva los ojos y le impone las manos. Hay un punto exclusivo de esta curación: se realiza en dos tiempos. Es el único caso de los evangelios en que la sanación es gradual y no instantánea.
Después de la primera imposición de manos el ciego no distingue claramente los objetos: “veo a los hombres. Me parecen como árboles que andan”. Solamente después de la segunda imposición de manos ve todo con claridad.
Valor simbólico añadido
Este valor se deduce de la ubicación del relato: recordemos que la primera etapa del ministerio de Jesús en Galilea concluye con la animadversión de fariseos y herodianos hacia él; la segunda, con el rechazo de sus paisanos de Nazaret, y la tercera, en cuyo final estamos, corre el peligro de terminar con el embotamiento del corazón de los discípulos por el reproche “para que les sirven los ojos si no ven y los oídos si no oyen”?
Aparte de la ubicación del relato, el valor simbólico se desprende de la curación progresiva del ciego. En él vamos simbólicamente el itinerario de la fe de los apóstoles. Para la plena comprensión de la persona y ministerio de Cristo los discípulos necesitarán también, como el ciego, un proceso gradual de iluminación. Así entenderán en primer lugar que Jesús es el mesías de Dios, como dirá Pedro en su confesión de fe (en los versículos siguientes de Marcos, que no leímos hoy), y en un segundo paso, verán qué clase de mesías es él, el siervo paciente del Señor y no el triunfador político que ellos se imaginaban.
el itinerario de la fe
La fe tiene un itinerario que nosotros, como los apóstoles, hemos de recorrer progresivamente y no sin vacilaciones. Entre luces y sombras avances y retrocesos, entendiendo a veces y preguntándonos otras muchas, avanzamos en el conocimiento de Dios mediante al seguimiento de Cristo, (seguir a Cristo = progresus, pasos hacia adelante). La fe es un don de Dios, pero no un tesoro adquirido de una vez para siempre, ni una pertenencia meramente individual. Para alcanzar una fe madura y responsable hay un camino y unas etapas a seguir. Estas son las etapas:
- Alerta ante los signos de Dios en nuestra vida personal y en el mundo; son múltiples y hay que saber leerlos e interpretarlos.
- Búsqueda para encontrar y reconocer a Dios, especialmente en los signos pobres y sencillos; para eso habrá que afrontar penalidades, y renunciar a instalarnos cómodamente. El don de la fe requiere nuestra colaboración, porque a Dios no lo tenemos asegurado, menos aun “domesticado”. Por eso hay que repetir siempre con el salmista “tu rostro buscaré, Señor: no me escondas tu rostro”.
- Anuncio y testimonio de Cristo como el Señor resucitado. Él y solo Él es la luz que ilumina nuestra vida. La vocación cristiana es misionera por su misma naturaleza Por eso en nuestra conducta hemos de evitar también, a toda costa, la degradación de la sal y la levadura, a fin de ser luz de Cristo para los demás.
Celebración especial
In memoriam.
Si la Palabra de Dios siempre es oportuna y tiene aplicación a las diferentes circunstancias de la vida, hoy que nos reunimos para orar, con una memoria llena de cariño, por el eterno descanso de Mons. Rafael Muñoz Núñez, también queremos dar gracias a Dios por este singular V Obispo de Aguascalientes. Mons. Muñoz supo discernir, en la oración, cuál era su misión particular, como Obispo, tanto en Zacatecas como en Aguascalientes. Por ello, con procesos no fáciles, logró unificar a los presbíteros de ambas Diócesis.
En la toma de posesión de esta Diócesis, el 1° de Agosto de 1984, en su mensaje inicial habló de sus temores y esperanzas. Dijo (entre otras cosas muy interesantes): “temo no poder ver claro cuáles sean las expectativas de este presbiterio”. Recuerdo que el entonces Presiente de la CEM, Mons. Sergio Obeso Rivera, al salir de la Misa comentó: “al oír el mensaje del Sr. Muñoz estoy seguro que este Obispo es el que Aguascalientes necesita. Él será la medicina de Dios para que los ojos cansados o secos vuelvan a ver”. Y así fue en sus 14 años como Obispo de esta Diócesis.
Rafael: medicina de Dios. Vino a curar cegueras y parálisis. Nos tomó de la mano, siendo enfermos, y nos llevó al silencio interior imponiendo sus manos santas sobre nosotros. En él experimentamos al hombre lleno de fe, ejemplar y silencioso en el sufrimiento, paciente en su gestión de gobierno pastoral, respetuoso en los itinerarios de fe, sobre todos de sus sacerdotes. ¡Cuánto lo hicieron sufrir los sacerdotes de Zacatecas y Aguascalientes! Pero con qué santa paciencia los ganó para Cristo y la Iglesia.

Mons. Ricardo Cuéllar Romo
Querido Obispo, Monseñor Muñoz: brille para ti la luz perpetua, y dale, oh Señor, el descanso eterno.
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