Lo que espera el señor obispo de los formadores y docentes de nuestro seminario.

 

El pasado lunes 5 de septiembre de 2022 el Excmo. Sr. Obispo Dn. Juan Espinosa Jiménez nos hizo una nueva visita y se reunió con los profesores de nuestro seminario.

Con la afabilidad y cercanía pastoral que le caracteriza, nos agradeció el apoyo que brindamos en la importante tarea que los docentes desempeñamos en el Seminario, corazón de nuestra diócesis.

Reflexionó junto con los profesores, tanto presbíteros como religiosos y laicos hombres y mujeres comprometidos, la labor que realizamos como parte del equipo formador específicamente en el área intelectual.

Repasamos juntos, tanto el objetivo general del Seminario como el objetivo particular de la dimensión intelectual; y nos compartió ocho aspectos representativos de lo que espera de nuestra actividad como maestros comprometidos con la sinodalidad de nuestra Iglesia.

El objetivo general del Seminario es ser una comunidad eclesial formativa a semejanza de la comunidad apostólica que, a través de un serio discernimiento vocacional y una esmerada formación humana, espiritual, intelectual y pastoral, prepara los futuros sacerdotes, integral y gradualmente, para vivir como discípulos misioneros, configurados con cristo cabeza, pastor, ciervo y esposo, y para que, dóciles al espíritu, sean signo personal y atractivo de cristo en el mundo, según el camino de santidad propio del ministerio sacerdotal diocesano.

El objetivo específico de la dimensión intelectual es” procurar la configuración del perfil sapiencial del pastor, de modo que los seminaristas conozcan, crean, amen y afirmen la verdad, desarrollando un conocimiento amplio y sólido de las ciencias sagradas y una cultura general en consonancia con nuestro tiempo, que los capacite para anunciar adecuadamente el evangelio a los hombres, y los lleve a dialogar y a discernir críticamente la cultura de nuestro tiempo.

A partir de estos objetivos generales y específicos y de los documentos de la Iglesia “queremos -nos exhorta- que los seminaristas se formen para ser buenos pastores integralmente formados…” La eficacia de esta formación depende en buena parte de la madurez y formación de los propios formadores y docentes, conscientes de sus límites y capacidades sin olvidar que somos mediadores de un proceso humano y divino. Los maestros somos también figuras significativas para nuestros seminaristas, tanto en nuestras actitudes como en la imagen que les proyectamos.

Por todo ello, los docentes debemos tener estos rasgos que hoy siguen actuales y vigentes:

  1. Espíritu de fe firme, bien motivada, fundada y bien vivida. El docente y el formador que vive su fe educa más por su testimonio que por lo que dice. Esa fe debe estar acompañada por la oración personal de los docentes.
  2. Sentido pastoral que contribuya a encaminar a los candidatos al sacerdocio para que vivan la caridad de Cristo Buen Pastor. Los docentes han de cultivar la sensibilidad en la vivencia del ministerio hacia el que los estamos orientando. También los profesores realizamos un trabajo pastoral.
  3. Espíritu de comunión de los maestros entre sí, con el equipo formador y con los alumnos, de manera que vayamos formando una mentalidad de comunión en los propios alumnos.
  4. Madurez humana y equilibrio psíquico
  5. Capacidad de amar y dejarse amar para brindar un acompañamiento respetuoso y amoroso. Amor a la verdad y a los alumnos para crecer ambos (docente y alumno) en la escucha, el diálogo, y la comunicación profunda.
  6. Atención y crítica positiva a la cultura actual. Conociendo la cultura de hoy, fomentar la crítica constructiva. Esto supone amplitud de espíritu; relacionar mi asignatura con la vida actual desarrollando una actitud crítica positiva.
  7. Formación permanente encaminada a desarrollar competencias en los ámbitos doctrinal, espiritual, pastoral y pedagógico mediante el desarrollo de la capacidad de observación sistemática de los alumnos. Pues no basta con el sentido común. Es necesario ir más allá y ayudar a los alumnos a conocerse más allá de las apariencias.
  8. Artesanos de la educación que realicemos un trabajo sinodal formativo del corazón, la mente y personalidad de los seminaristas, colaborando con la acción creadora del Padre. Lo específico de la educación es ayudar a la persona para que sea libre y responsable. Para lograrlo buscamos que los alumnos amen lo que estudian para que al final ya no necesiten de sus maestros. Para ello, se requiere abrirles una ventana a la formación permanente. Igual para nosotros. Pues en esa misma dinámica vamos todos los docentes; dado que el conocimiento no tiene límites.

Finalmente, fuimos invitados a tener presente estos rasgos con la conciencia de que estamos participando no solamente de una obra humana; sino de una obra de Dios. No somos docentes y formadores del seminario solo por una invitación personal, humana. Estamos también porque el Señor ha querido que estemos aquí, para ofrecer lo mejor de nosotros.

A veces nos hacen creer que los mejores estamos aquí. Pero el formador de hoy no se ha de sentir mejor que ninguno. Más bien, ha de ser consciente de la gran responsabilidad y empeño que este servicio significa. Se nos confía un tesoro en manos frágiles de barro y hay que tomarlo con mucho amor y con mucha responsabilidad, siendo también humildes. No basta que el formador sea bueno, dócil y santo. Se necesita que sea al mismo tiempo educador y educando.